Punto de Fisión

Vox sin pelos en la lengua

Anda la peña muy soliviantada porque en España podría haber unos nueve mil fachas. Nueve mil, por lo menos -facha arriba, facha abajo-, que es la cantidad de simpatizantes que llegó a reunir Santiago Abascal en Vistalegre este domingo. Se teme que incluso pudieran ser más, porque en las puertas se quedó gente con ganas de entrar y que les explicaran lo mal que está el país por culpa de los inmigrantes, el abandono de las tradiciones, el auge de los mariquitas y la ley de la Memoria Histórica. A lo mejor faltó alguno que se pensaba que le iban a retransmitir el mitin por la radio, en Logroño o en Albacete, igual que la misa de doce.

La verdad, no se veía tanto facha junto desde los tiempos de Fuerza Nueva y de Blas Piñar, que era un señor que tampoco tenía pelos en la lengua y visitaba a los gobernadores civiles para regalarles papel higiénico. "Tenga, que le está haciendo falta" decía don Blas arrojándole el rollo del papel al gobernador de Álava por suspender un acto contra la violencia etarra. De momento, a falta de gobernadores civiles, Santiago Abascal se entrena con monos de Gibraltar. Todavía está ensayando el saludo falangista uno de los monos a los que le enseñó una bandera española para que no la confunda con la Union Jack y sepa a qué atenerse cuando vayamos a recuperar el Peñón, más pronto que tarde. Lo que importa es dejarles claro el mensaje.

Tampoco se sabe muy bien qué ocurrió de repente con todos esos fachas que iban por ahí con el brazo en alto y el bigote crecido. Antes decían las cosas a voces, bien claras: "Mira, un negro", "Las mujeres en casa" o "La calle es mía". Pero el caso es que empezaron a crecerles pelos en la lengua: hasta a Fraga le brotaron pelos en la lengua, y ya no se les entendía nada. Muchos se refugiaron en Casa Pepe, el célebre restaurante de Despeñaperros decorado con boinas de la Legión, botellas con la etiqueta del Caudillo y jamones con aguilucho, un museo viviente de la dictadura que bien podría ofrecerse como alternativa de La Almudena para alojar los restos de Franco.

Se rumoreaba que el PP había absorbido a esa extrema derecha nostálgica que no llevaba a sus hijos a colegios públicos para que no se juntaran con chinos y que iba de vez en cuando a presentar sus respetos al Valle de los Caídos. En algún sitio tenían que meterse, lógico. Fraga se había tragado la ideología que pugnaba por salir entre los carrillos, del mismo modo que el bigote de Aznar terminó por excavarle un Guadiana en la garganta. Ahora los pelos en la lengua los expectoran sin problemas Santiago Abascal, Ortega Smith y Rocío Monasterios, hartos de esa derechita cobarde y acomplejada que representan Albert Rivera y Pablo Casado.

Dicen que el mitin de Vistalegre estuvo lleno de ancianos, que era difícil ver a algún menor de 70 años, pero anda que no me he tragado yo mitines del PSOE, del PP y de IU con la misma franja de edad y, en algún caso, con el mismo público. Anda que no había ancianos en la calle apoyando el 15-M. Hace un año, Vox era una formación folklórica que no podía reunir más que a doscientas personas y un mono, y hoy rebosan Vistalegre pidiendo la supresión de las autonomías y la ilegalización de los partidos que atenten contra la sacrosanta unidad territorial. De algún sitio habrán salido, digo yo. El hombre desciende del mono, es un hecho.

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