Punto de Fisión

Crónicas coprófagas

Hay una palabra que no se le cae de la boca a cualquier representante del PP apenas empiezan a calentar motores electorales. Es la palabra "víctima", aunque la definen de una manera tan peculiar que con ella se refieren únicamente a las víctimas de ETA y ahora, últimamente, también a las de Maduro. Con las víctimas del paro, los recortes sociales y los destrozos del sistema sanitario suelen tener menos miramientos y hasta hacen chistes. También hacen chistes con los cientos de miles de víctimas del franquismo: los españoles torturados en los inmundos sótanos de las comisarías, los sepultados anónimos de las cunetas y las incontables familias desbaratadas por la ausencia. Pablo Casado hasta compuso uno de sus mejores monólogos cómicos acerca de esos jóvenes de izquierdas que son unos carcas porque están todo el día con la guerra del abuelo, con la memoria histórica y con la fosa de no sé quién. Para mondarse de risa.

En la misma línea de esta victimología selectiva, el presidente del PP recordaba ayer a las víctimas del 11-M como si fuesen víctimas de ETA, prolongando la colosal mentira con que Aznar intentó sacar rédito electoral del mayor atentado de la historia de Europa. A estas alturas de la película, quince años después y con Juan Jesús Sánchez Manzano -jefe de los Tedax en aquella fecha fatídica- asegurando que el gobierno de Aznar le presionó para que sostuviera la farsa de la autoría etarra, a Casado sólo le falta añadir que fue ETA la que dio el golpe de estado en 1936, que fue ETA la que mantuvo la dictadura cuatro décadas y que fue ETA la que machacaba a golpes a cualquier ciudadano en las dependencias policiales del régimen.

Lo más triste de todo es que habría millones de españoles que se tragarían con gusto estas ruedas de molino y encima pedirían otra ración. Hay un programa estadounidense, Crónicas carnívoras, donde un tragaldabas desafía a los cocineros más chungos del país a zamparse raciones hiperbólicas de comida y salir indemne de la prueba. Los oyentes fieles de Jiménez Losantos, los lectores impenitentes de Pío Moa y los ramoneadores de las hojas parroquiales de la derecha son capaces de deglutir montones enormes de mierda según se las van poniendo delante, así sean másteres certificados por la universidad de Mary Poppins o toneladas de dinero negro en sobres que circulaban mano a mano por la sede del PP.

Uno de los embustes más recalcitrantes sostenidos por el imponente aparato mediático de la gaviota sostiene que los atentados del 11-M estaban diseñados para dar un vuelco en las elecciones del domingo y ofrecerle en bandeja la victoria al PSOE. Nada más lejos de la realidad, cuando unas semanas antes de los atentados le preguntaba yo al entonces Secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, si no estaba ya un poco harto de la política y me confesaba que sí, pero que no me preocupara, que corría el rumor interno de que iban a perder ampliamente los comicios. Sólo unos días antes pasé por el restaurante Viridiana y allí mi amigo Abraham García me dijo que Gallardón le había confesado el día anterior que el desgaste provocado por la guerra de Irak iba a pasarles factura en las urnas y que no ganaban ni de coña.

Aparte de mentir como bellacos, durante la mañana del 11-M, mientras la ciudad rebosaba de sangre, mientras policías, bomberos, servicios sanitarios y miles de voluntarios se ofrecían para intentar paliar el caos, salvar a los heridos y ayudar a los familiares de las víctimas, en el PP madrileño estaban muy ocupados ingresando dinero negro en la sucursal de Caja Madrid sita en el número 10 de la calle Génova. He ahí, en crudo y en metálico, lo que le importan al PP las víctimas.

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