Punto de Fisión

Memorias de Margallo

Memorias de Margallo

Una vez que abandonan el ruedo, los políticos disponen de un tiempo bastante breve antes de que el pueblo los olvide para siempre, por lo cual deben apresurarse a sacar su correspondiente tocho de memorias, aunque entonces también corren el riesgo de que el pueblo los recuerde. La inmensa mayoría de ellos se retira de la vida pública con suficientes ahorros, enchufes, prebendas y puertas giratorias como para no tener que preocuparse de llegar a fin de siglo, pero las editoriales no son tontas y saben que las indiscreciones de un político valen su peso en oro, de manera que sacan sus ofertas sin reparar mucho en cuestiones de estilo, atentas únicamente a la oportunidad de hacer caja. El hecho de que Mariano Rajoy, un hombre prácticamente impermeable a la literatura -excepto a la que salpica la prensa deportiva- haya arrasado en las librerías con un libro de memorias en el que sigue sin acordarse de nada demuestra que no se equivocan.

José Manuel García-Margallo acaba de estrenarse con uno que cuenta con un título que huele a Marcelino Menéndez Pelayo, Memorias heterodoxas, y un subtítulo que huele mitad a fútbol, mitad a perfumería: De un político de extremo centro. El centro como entelequia política ya resulta bastante quimérico, algo así como la cuadratura del círculo, pero lo de extremo centro va mucho más allá, puesto que se trata de hacer rodar el cuadrado. Hace poco, en España, había tres o cuatro partidos de centro, puede que más, unos se iban amontonando encima de otros, a ver quién se centraba más, y como es lógico el centro acabó desfondado y la mayoría de los diputados acabaron a la derecha, casi todos al lado de la pared.

Dejando aparte sus disquisiciones geográficas sobre la Transición, la igualdad de género y el estado de las autonomías (en las que Margallo se mueve como los exploradores de café, sin salir del café), lo más jugoso de estas Memorias heterodoxas radica en el ajuste de cuentas con su némesis, Soraya Sáenz de Santamaría, a la que pinta no sólo como una tecnócrata sin ninguna ideología y la enemiga a muerte de Cospedal sino también como la responsable de su ruptura con Mariano Rajoy. De su poco éxito con las mujeres ya habló hace poco un amigo suyo de la infancia, pero es en este libro donde cuenta cómo, después de su divorcio, se llevó a Mariano en su barco de vacaciones a Ibiza donde los dos pasaron un verano que en sus recuerdos parece una película de Alfredo Landa o un gobierno del PP con Alfredo Landa a los mandos.

El moreno marinero que luce le valió el apodo cariñoso de "el Africano" por parte de algunos colegas del PP, pero ya venía implícito en una película de 1951, Alba de América, en la que Margallo participó con 6 años haciendo de paje de Colón, un preludio de sus andanzas como ministro de Exteriores. Hace poco fue noticia por la cabezada que dio en el parlamento europeo, retransmitida a medio mundo, y de la que dijo que era la prueba de que tiene la conciencia bien tranquila. Tanto que ha podido escribir, con no poca malevolencia, que en el PP eligieron a Casado por no elegir a Santamaría, que para el caso podían haber elegido a cualquiera. Es decir, a Casado. Por algo Mariano le espetó, cuando presentó su renuncia, que su problema era su "ego estratosférico", uno de esos egos que cuando te caes de él, no te matas, no: te pierdes.

 

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