Punto de Fisión

Dispénseme usted el mojón

Dispénseme usted el mojón

Recién estrenado el otoño y a juego con la estación, el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, y el consejero de Transportes, Ángel Garrido, inauguraron un dispensador de gel en el intercambiador de Avenida de América. El gel llega más o menos con medio año de retraso, bastante poco comparado con el retraso generalizado en el gobierno comunitario, que está a punto de reestrenar el siglo XIX a poco que se lo proponga. No es que hiciera falta gel para evitar los contagios en el metro de Madrid, donde principalmente se respira sobaco y se rozan cabezas, cuellos, lomos, piernas y hocicos en una curiosa variedad del twister, pero tampoco es que el dispensador tenga capacidad para más de veinte minutos de uso al ritmo que pasan los viajeros.

Quienes se preguntaban cómo era posible que un ejemplar como Isabel Díaz Ayuso haya llegado a la presidencia de la Comunidad de Madrid sin otro currículum que ser ventrílocua de un perro, han tenido la respuesta que esperaban tras contemplar a los dos prebostes compitiendo por ver quién se frotaba antes las manos frente al aparatito. Es muy posible que ninguno de los dos haya bajado al metro en su vida, esa caverna platónica donde se sumergen los esclavos y proliferan las sombras antes de subir por las escaleras mecánicas hacia el cielo de las ideas. De las ideas de bombero, se entiende.

Hace un par de años Felipe VI descendió al metro para conmemorar el centenario de la primera línea suburbana y comprobar personalmente el estado del subsuelo. "Me pilla un poco a desmano" dijo para justificar su preferencia por la limusina, el helicóptero y otros medios de transportes más borbónicos. La semana pasada, sin ir más lejos, Froilán estrenó coche nuevo a la par que carné de conducir y multa de aparcamiento, y conociendo los gustos del chaval, bastante suerte tuvimos con que no estrenara un tanque. Los borbones no paran de inaugurar cosas, incluso después de abdicados: ahí está el rey emérito, que lo mismo inaugura la ampliación del canal de Panamá que una amiga entrañable que una barbacoa.

Se ha criticado a menudo esta obsesión de los políticos por hacerse fotos inaugurando cosas pero hay ocasiones en que la cosa -el aeropuerto de Castellón o el de Ciudad Real, por ejemplo- sólo sirve para la foto, lo mismo que el político. En Macarena (Granada), en el 2016, el alcalde del PSOE y varios concejales inauguraron un tobogán, y cuando le recriminaron la tontería, el alcalde se quejó diciendo que, además del tobogán, habían inaugurado varios bancos de recreo. Un año antes, en La Palma, el presidente del Cabildo, el consejero de Turismo y varios jefazos más posaron delante de un cajero automático recién estrenado. En Pozuelo de Alarcón la alcaldesa del PP y un concejal colega suyo sonreían encantados con la inauguración de un contenedor de reciclaje. En cuanto al ex alcalde de Valladolid, León de la Riva, famoso por sus peloteras en ascensor, es un especialista en cortar cintas en gasolineras.

La obra maestra, probablemente, sea la inauguración de un mojón de carretera en la que intervinieron el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, la entonces ministra de Fomento Ana Pastor y una patulea de alcaldes, delegados y conselleiros que no tenían otra cosa mejor que hacer. Se los veía a todos aplaudiendo, aunque el resto de la obra no estaba ni siquera empezada, y el mojón no sabía dónde meterse, pobrecillo. Era una marca difícil de superar pero Aguado y Garrido acaban de batirla, por si fuera poco en medio de una pandemia. Iban a instalar cincuenta dispensadores por toda la red de metro, pero de momento sólo van dos. Dispensémosles el mojón, que es todo nuestro.

 

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