Punto de Fisión

Ayuso en otro planeta

Ayuso en otro planeta
La presidenta en funciones y candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se dispone a exponer su programa.- EFE

El otro día alguien me confió que Ayuso es una extraterrestre. Sólo hay que mirarla a los ojos, precisó. El posible origen alienígena de la presidenta de la Comunidad de Madrid esclarecía su apabullante victoria ante varios candidatos mucho más válidos y preparados que ella, a quienes había espachurrado en las urnas sin necesidad de programa ni de propuestas serias, con el cerebro atado a la espalda. Pensé que el hombre estaba borracho, pero hablaba muy en serio.

De hecho, acto seguido pasó a explicarme que el auge de Trump, de Bolsonaro, de Putin y de Boris Johnson, era parte de un plan coordinado desde otra galaxia con el fin de someter al planeta Tierra, una invasión que fracasó estrepitosamente en 1945 con Hitler y Mussolini (reptilianos ambos) y que volvió de forma mucha más sibilina en la era de Reagan y Thatcher, con paradas intermedias en Berlusconi y Jesús Gil, una apuesta donde a los extraterrestres se les fue un poco la mano.

Uno puede pensar, en efecto, que Ayuso es extraterrestre o también puede pensar que lo son los madrileños que la votaron en masa, zampándose a dos carrillos sus ideas de bombero igual que los lagartos disfrazados de V se tragaban una rata viva sin masticarla siquiera. Desde luego, después de su discurso de investidura, lo que ha quedado claro es que Madrid es otro planeta, una región donde la pandemia por el coronavirus o bien no existió o fue un bulo de la propaganda comunista, una patraña inventada por el gobierno de Sánchez y sus secuaces proetarras y bolivarianos para controlar y esclavizar a los madrileños. Sin ir más lejos, ayer mismo la presidenta solicitó al responsable de la embajada una revisión de los aranceles a los productos madrileños que se exportan a Estados Unidos, como si la Comunidad de Madrid fuese la república independiente de Ikea. Al discurso de investidura sólo le faltó que Ayuso saliera con una navaja y una boina, cargando contra los mamelucos como en el lienzo de Goya.

Sin embargo, en sintonía con el folio de su programa electoral, Ayuso se presentó de blanco inmaculado y con tantas novedades fiscales, ecológicas y tecnológicas que le llevó casi dos horas anunciarlas. Es asombroso que haya hecho estas promesas después y no antes de ganar las elecciones, aunque no lo sería menos que fuese a cumplirlas todas en los dos años que le quedan de legislatura, cuando en los dos que lleva al cargo no ha sacado adelante más que unas cuantas modificaciones de la ley de recalificación de terrenos que ha beneficiado únicamente a los filántropos del ladrillo y a los fanáticos de las terrazas.

Las preocupaciones por la economía verde, la rebaja de impuestos, las ayudas a los emprendedores, la garantía de apretarse el cinturón burocrático, la defensa de los jóvenes, entre otros vistosos ejemplos de charlatanería, la van a obligar a trabajar más que nunca en la vida, más incluso que cuando tecleaba los ladridos de Pecas. Para hacerse una idea del amor que Ayuso profesa a los madrileños más desprotegidos no hay más que recordar los varios recursos que presentó contra el fallo del Tribunal Supremo que anulaba la venta de tres mil pisos a un fondo buitre.

No obstante, la propuesta estrella de su discurso fue un canto a la natalidad para revertir el invierno demográfico. Dicho en plata: un abono mensual de 500 euros a las mujeres menores de 30 años a partir del quinto mes de embarazo y hasta que el crío cumpla dos años de edad. Una medida que dejará fuera a las rentas mayores de 30.000 euros y a las mujeres que no lleven empadronadas al menos diez años en la Comunidad. Nadie dijo que ser madrileño fuese fácil, madrileña menos todavía, ya que el verdadero feminismo, según Ayuso, no consiste en enfrentar a las mujeres contra los hombres sino en fabricar madres, como en los tiempos de Hitler y Mussolini. Madrid es una España dentro de otra, como el feto en el útero materno. Pecas habría estado muy orgulloso.

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