Punto de Fisión

'Bowling' for Elche

'Bowling' for Elche
Domicilio que está siendo investigado tras la detención de un joven de 15 años en relación a la muerte de sus padres y su hermana, a 12 de febrero de 2021, en Elche, Alicante (Comunidad Valenciana).- EUROPA PRESS

En el parricidio de Elche concurren tantas circunstancias extrañas y tan espeluznantes que difícilmente conseguiremos una explicación razonable. Por lo general, un crimen que no responde a móviles económicos o sexuales resulta siempre una anomalía, pero cuando el autor es un adolescente de 15 años que asesina a sangre fría a toda su familia, el caso excede todos los parámetros. Más aun si se suman ciertos detalles, los cuales eliminan cualquier posible rapto de locura o rabia, y que contabilizan las cuatro o cinco horas de lapso entre el homicidio de su madre y su hermano pequeño y el del padre en el momento de regresar a casa, más los tres días de demora que el adolescente pasó jugando con la videoconsola.

La sangre fría con que afrontó los asesinatos; la calma con la que se limpió, se duchó y ocultó los cadáveres en un cobertizo; la tranquilidad con que se puso a cenar y al día siguiente se hizo pasar por su madre para avisar al colegio de que no acudiría a clase porque tenía covid; la falta absoluta de arrepentimiento son rasgos típicos de lo que los forenses criminales denominan "psicopatía", un trastorno de personalidad antisocial mucho más extendido de los que nos pensamos. En realidad, la inmensa mayoría de los psicópatas jamás recurren a la violencia física, pero cuando lo hacen saltan todas las alarmas. Alguien que mata porque sí, gratuitamente, sin obedecer a la codicia, a la venganza, al sexo o a cualquier otra causa aparente, se transforma no sólo en una amenaza sino en un enigma viviente. No es casualidad que uno de los personajes históricos que más literatura ha generado sea Jack el Destripador.

Sin embargo, una de las respuestas sobre el abominable parricidio múltiple de Elche ha llegado de la mano de Consuelo Tomás, psicóloga experta en ludopatía y adicciones no tóxicas, quien señala que las personas enganchadas a los videojuegos pueden llegar a desarrollar un síndrome de abstinencia que en algunos casos puede desembocar en un comportamiento violento. El contenido explícitamente sanguinario de Fortnite, un videojuego al que era aficionado el asesino, y su explicación a posteriori de que su madre había decidido quitarle la videoconsola por culpa de sus malas notas en el colegio, aclararían de algún modo el impulso homicida de agarrar la escopeta y ponerse a matar a toda la familia. Hay, no obstante, un serio inconveniente para aceptar esta tesis y es el hecho de que en España -no digamos en el mundo- viven docenas de miles de adolescentes enganchados a Fortnite a los que sus padres habrán castigado sin la videoconsola y a ni uno solo de ellos se le ha ocurrido reaccionar con un baño de sangre.

No menos ridícula, y no menos indignante, resulta la idea de que el parricida pudo actuar movido por la lectura de La edad de la ira, una novela en la que un joven mata a toda su familia y que forma parte del programa educativo de su instituto. De haber una relación causa-efecto entre la lectura y el acto, el chaval de Elche debe de ser el único adolescente en todo el país que ha terminado el libro. Por lo demás, la idea de que la ficción contamina la realidad es algo muy viejo: Anthony Burgess, en los enconados debates sobre la oleada de violencia callejera que supuestamente había desatado la proyección de La naranja mecánica dijo que no podía entender cómo es que entonces, a lo largo de los siglos, tantos espectadores no habían matado a su propio tío después de asistir a una representación de Hamlet.

En el documental Bowling for Columbine Michael Moore desmontó una por una todas las supuestas teorías sobre la matanza en un instituto de secundaria -el rock, el satanismo, las drogas- hasta centrarse finalmente en la causa directa de los asesinatos: la facilidad con que una pareja de chavales podía acceder a un arsenal de armas. Con toda seguridad, aparte de lo que latiera en la mente del parricida, la escopeta de caza, propiedad del difunto padre, tiene mucho más que ver en el asunto que un videojuego o un libro.

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