Punto de Fisión

A Ayuso le pitan los oídos

A Ayuso le pitan los oídos
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acompañada por el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, tras rendir homenaje a los héroes del Dos de Mayo en la Puerta del Sol tras asistir al acto de entrega de medallas y condecoraciones de la Comunidad. EFE/Sergio Pérez

Cada vez está más claro que el espionaje de Pegasus no debe preocuparnos porque mal de muchos, consuelo de tontos. Casi no queda una sola persona en el mundo que tenga un teléfono inteligente y no acabe descubriendo que su teléfono es mucho más inteligente que él, de modo que por ahí va el aparatito contando a los cuatro vientos sus tendencias sexuales, sus tendencias ideológicas y su marca de cerveza favorita. La gente que creía que con la vacuna contra la Covid iban a inyectarle un microchip para monitorizar su cerebro no había caído en la cuenta de que su cerebro ya estaba monitorizado por la televisión, por la radio, por internet y por el teléfono. Eso sí, la mayoría de ellos no leen un libro ni por recomendación médica. Da un poco de lástima pensar que detrás de la CIA y de la KGB no están James Bond ni sus homólogos soviéticos, ni siquiera el Superagente 86, ni siquiera Villarejo, sino la Vieja del Visillo.

Además de políticos catalanes, mandatarios extranjeros, el presidente del Gobierno, varios ministros, algunos periodistas de referencia y un par de camareros del Congreso, la lista de damnificados va creciendo a un ritmo tan desaforado que pronto no quedarán muchos ciudadanos libres de espionaje. Está claro que el espionaje cibernético es la última moda: hoy día, si no te zumban un oído informático en el móvil para escuchar tus conversaciones y acceder a tus datos, es que no eres nadie o menos que nadie. Más triste todavía es mi caso, que cuando oí lo de Pegasus y los catalanes, pensé que se referían a la banda de jazz-rock que es la gloria musical más ignorada de este país. Cualquier disco de Pegasus: eso sí que merece la pena pegar la oreja.

No sé si Ayuso estará en la lista de personalidades vigiladas por el programa Pegasus, probablemente sí, aunque la pregunta más obvia es para qué iban a perder el tiempo espiando a Ayuso, si ella siempre dice en voz alta lo primero que se la pasa por la cabeza. En las celebraciones del 2 de mayo, Ayuso soltó ante el micrófono, entre otras sandeces de marca mayor, que España tiene dos mil años de historia, que esa España imaginaria fue invadida por los musulmanes y que los Reyes Católicos lograron la "unidad nacional". En los manuales que habría que reescribir al dictado de estos conceptos de ajoarriero, una provincia del imperio romano pasa a ser la primera nación occidental, los reyes visigodos eran europeos muchos siglos antes de forjarse la idea de Europa y los Reyes Católicos -tan tolerantes que expulsaron a judíos y moriscos a patadas- eran sinónimo de libertad tal y como entiende la libertad Ayuso: la libertad de tomarse una cerveza.

No son las únicas payasadas que ha expectorado la presidenta en lo que va de semana, puesto que también se colgó la medalla de los buenos datos del paro en Madrid por méritos propios, olvidando la reforma laboral impulsada por Yolanda Díaz y la subida del sueldo mínimo que en su día fue criticada como un presagio seguro de catástrofe económica. Así mismo, desmintió la noticia publicada publicada por El Plural donde se destapa que su hermano Tomás tenía un chatarrería en Sevilla montada con un socio que recibió un millón de euros por la venta de equipos y accesorios clínicos, y también la noticia publicada por El País el pasado martes, donde se explica que ese mismo hermano había adquirido material sanitario no homologado a una empresa china que falsificó los certificados correspondientes y que antes se dedicaba a fabricar cables eléctricos. Los argumentos de Ayuso son que todo es mentira, por supuesto, que su hermano es un hombre honrado víctima de una injusta persecución por ser su hermano, un autónomo con un talento único para extraer material clínico de una chatarrería y mascarillas de una factoría de cables eléctricos. Con Ayuso los espías de Pegasus están perdiendo el tiempo y el dinero: no hace falta pincharle el teléfono, basta darle un megáfono.

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