No tengo ni idea de leyes, será por eso que cuando hojeo algunos artículos de la Constitución me parece estar leyendo literatura fantástica. Yo leo eso de que los españoles tienen el derecho de disfrutar de una vivienda digna y adecuada, o el deber de trabajar y el derecho al trabajo con una remuneración suficiente, y de inmediato me imagino que ese día los redactores de la Carta Magna se pusieron de coñac (Fundador, probablemente) hasta las cejas. Para qué iban ellos a hacerle la competencia a Isaac Asimov, a inventarse una utopía imposible o La guerra de las galaxias pudiendo inventarse España.
Luego ya hay artículos que son directamente para descojonarse, como el 14, que dice: "los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión, etc." Hay que aplaudir la redacción a rabiar, porque, en efecto, ahí nadie habla nada de españolas y eso explica las tasas de desigualdad acojonantes entre uno y otro sexo que seguimos manteniendo más de cuarenta años después. Hasta la fecha nadie ha podido aclarar si esta rémora es responsabilidad del ministerio de Trabajo, del de Economía o del de Igualdad, y por eso la mejor estrategia es lavarse las manos. Decía Alfonso Guerra que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió y dos decenios después la confunden con la bisabuela. A quien no hay quien conozca, eso sí, es a Alfonso Guerra.
Fuera de la Constitución hay circulando por ahí otras leyes que no se sabe si pertenecen al Código Penal, al Civil o al de Hammurabi. Por ejemplo, el artículo 46.5 de la Ley electoral asegura: "No pueden presentarse candidaturas con símbolos que reproduzcan la bandera o el escudo de España, o con denominaciones o símbolos que hagan referencia a la Corona". Seguramente, los especialistas en Derecho Electoral (una rama ficticia del Derecho de Pernada) saben de sobra que este es un artículo de broma, como un matasuegras o un moñigo de plástico, y que no hay que hacerle el menor caso. Por eso mismo, el cartel de Vox para las elecciones andaluzas lleva, sosteniendo el lema "cambio real" bajo la cara de Macarena Olona, una bandera española bien gorda. Es el único detalle colorido fuera del verde moco de la formación y del bronceado made in Alicante de la candidata recién trasplantada.
Ahora bien, la Junta Electoral ha fallado a favor de Vox al considerar que la bandera está utilizada de un modo discreto y respetuoso. Dos adjetivos que los definen a la perfección, hasta el punto de que uno no sabría decir si en Vox son más discretos que respetuosos o más respetuosos que discretos. Por otra parte, también es verdad que sería una injusticia privarles del único punto de su programa: les quitas la bandera y tendrían que colocar una cabra o una botella de Anís del Mono. Necesitan la banderita rojigualda porque con los apellidos que se gastan de algunos candidatos (Steegman, De Meer, Smith, Tertsch) sus votantes podría pensar que se presentan a las elecciones alemanas.
Para demostrar que la Ley electoral está escrita en papel higiénico, Juanma Moreno ha presentado un cartel donde aparece abrazando al rey Felipe, los dos muy sonrientes, como si estuvieran a punto de reeditar una nueva edición del Califato de Córdoba. El PP ha cuidado mucho de respetar la ley al pie de la letra al escoger no una denominación o un símbolo que haga referencia a la corona, sino al propio monarca en persona. Así sus votantes no albergan dudas de que ellos no apoyan la república bolivariana sino la monarquía bananera.
La Junta Electoral ha decretado que la campaña zarzuelera de Moreno Bonilla vulnera la ley electoral, aunque los carteles siguen ahí, tan panchos, como si se hubieran colgado solos. El propio Moreno Bonilla admite que no le gusta usar los símbolos del Estado, lo cual es una suerte, ya que le llega a gustar y sale con una camiseta de la reina Letizia, un bañador con el escudo impreso y silbando el himno nacional. De momento, no se sabe qué piensa el rey de que lo hayan fichado de special guest star en la campaña andaluza pepera; habrá que esperar al mensaje navideño o a otro referéndum por la independencia catalana, que son las ocasiones donde el hombre se despacha a gusto. De momento está claro que la justicia en España sigue sin dar una a derechas.
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