Mario Vaquerizo asegura que hoy en día no puede decir lo que piensa, aunque estaría bien que antes de hablar pensara lo que dice. De hecho lo dijo en Telecinco, en horario de máxima audiencia, pero ningún juez estaba pendiente de sus palabras; ni en el cuartelillo ni en la comisaría más cercana había alguien escuchándole, de manera que nos perdimos el momento en que la policía debería haber irrumpido en el plató, puesto las esposas y colocado una mordaza para evitar que siguiera diciendo gilipolleces. Es una verdadera lástima que la dictadura de lo políticamente correcto permita tanto margen de maniobra.
Curiosamente, el lamento de Vaquerizo ante Paz Padilla repite la cátedra de Miguel Bosé y Pablo Motos sobre la pérdida de derechos fundamentales que sufrimos desde los tiempos de la Transición, cuando Bosé disfrutaba de la libertad de no adoptar hijos, de no poder casarse con otro hombre y de esconderse en lo más profundo de un armario. La dictadura franquista era más soportable, incluso aunque fueras un niño de papá cuyo papá era el torero favorito del régimen. No tenías que declarar tu sexualidad a cara descubierta, no te obligaban a adoptar niños y, sobre todo, no te llevaban al altar a punta de pistola. Qué tiempos aquellos. A raíz de su entrevista, para ponerlo en la picota, no sólo se estrenó a bombo y platillo una serie sobre la vida de Miguel Bosé sino que además sus discos seguían a la venta. No hay derecho, pobre hombre.
Vaquerizo se declaró políticamente incorrecto, igual que los millones de madrileños que votaron a Ayuso. Sin embargo, su incorrección llega mucho más lejos desde el momento en que cobró un dineral por protagonizar un anuncio para promocionar Madrid y alrededores con una rubia pija, un anuncio donde interpretaba a un camarero que recitaba las virtudes de la comunidad, del Prado a Rascafría, concluyendo con ese refrán hiperbólico y castizo ("de Madrid al cielo") que sólo puede arrogarse un pueblerino nacido en Lora del Río. Menos mal que el anuncio en cuestión no era político, porque entonces la cámara habría mostrado el Zendal reconvertido en el decorado de un hangar y las urgencias sanitarias colapsadas.
Entre otras chuminadas, Vaquerizo dijo que su mujer, Alaska, hoy no podría hacer una película como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, una película tan censurada que sólo puede encontrarse en dos canales de televisión de pago, uno de ellos dedicado exclusivamente al cine español. También comentó que se sentía muy identificado con sus familiares agobiados por la dictadura franquista, cuando te detenían únicamente por llevar el pelo largo, y mientras lo decía el pobre hombre intentaba ocultar la melena, a ver si había suerte y se pensaban que era la de Paz Padilla. La cual terminó por darle la razón: "Tenemos que ser libres". La libertad, no sé si lo han pillado ya, consiste en que nos callemos. "Hemos retrocedido mucho", concluyó Vaquerizo y ahí sí que no hay vuelta de hoja, cuando al encender la televisión te encuentras con que Paz Padilla tiene un programa de televisión en el que entrevista a Mario Vaquerizo.
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