Punto de Fisión

Pescando votos con sangre

Pescando votos con sangre
Homenaje en memoria de las víctimas del atentado de Annecy, Francia. Peter Byrne / Pa Wire / Dpa / Europa Press

Esta semana la ultraderecha ha intentado sacar tajada del ataque en un parque infantil de Annecy, una localidad francesa al pie de los Alpes. En las espeluznantes imágenes puede verse a un barbudo con kufiya y pantalones cortos, armado de un cuchillo, que apuñala a varios niños y adultos entre gritos de pánico. Las seis víctimas -cuatro de ellas niños, uno de dos y otro de tres años, y dos jubilados- se encuentran en estado muy grave, aunque afortunadamente al parecer fuera de peligro. Henri, un joven de 24 años, sin más arma que una mochila, se enfrentó al homicida y logró expulsarlo del parque antes de que la policía lo detuviera.

En cuanto se supo que el atacante era un refugiado de origen sirio, los hinchas de la ultraderecha se frotaron las manos y aprovecharon para demonizar las políticas de inmigración en general y a la comunidad de refugiados en general. En su programa de Antena 3 Espejo público, a Susanna Griso se le ocurrió decir: "en un país como Francia son votos para Le Pen, esto es un regalo" y de inmediato empezó un linchamiento de tuiteros pidiendo su cabeza. Para demostrar lo acertado de su comentario, bastaba consultar la cuenta de Twitter de Iván Espinosa de los Monteros, quien simplemente replicaba la noticia con una de sus reflexiones medievales: "Pero el problema es 'la islamofobia'..." Los puntos suspensivos son el programa de Vox para las próximas elecciones generales.

Lo más lógico era suponer que, puesto que el tipo era un refugiado sirio y llevaba kufiya, tenía que ser musulmán, pero en medio del caos generado por la noticia alguien señaló que el ataque había sido perpetrado entre gritos de "en nombre de Jesucristo". Espinosa de los Monteros se apresuró a borrar su tuit, no fuesen a pensar que la había cagado una vez más y estaba condenando al cristianismo. Sin embargo, la cosa aún no estaba muy clara y algunas fuentes aseguraban que quien gritaba era el autor del video, horrorizado por lo que estaba viendo. Por lo visto, las últimas noticias confirman que el atacante había llegado a Francia desde Suecia y se había presentado a las autoridades francesas como "un cristiano de Siria".

Lo que demuestra este barullo informativo es que, a la hora de un atentado brutal, la ultraderecha intenta pescar votos sin pudor alguno. En realidad, no importa que el atacante fuese cristiano o musulmán, agnóstico o ateo, puesto que la atrocidad cometida no tiene justificación alguna, ni ideológica ni religiosa, y sólo puede explicarse desde la maldad, la locura y el desprecio a la vida humana y a las reglas elementales de convivencia. No obstante, Anders Breivik, el terrorista noruego que asesinó a 77 personas y se definía a sí mismo como fascista y simpatizante nazi, fue calificado como esquizofrénico paranoide tras una evaluación psiquiátrica, mientras que nadie ha puesto en duda la cordura de los asesinos islamistas que han segado vidas por docenas en toda Europa en los últimos años.


Más imperdonable todavía es demonizar a la comunidad entera de refugiados por culpa del acto de un canalla, ya sea cuerdo o perturbado. No hace falta ser un experto en estadística para comprobar que los miles y miles de refugiados procedentes de Siria, de Afganistán y de muchos países de África conviven pacíficamente en Europa e intentan salir adelante como pueden. En mayo de 2018, Mamoudou Gassama, un inmigrante irregular de Malí, trepó cuatro pisos en un bloque de apartamentos parisinos para salvar la vida de un niño que estaba colgando de un balcón. En diciembre de 2019, Gorgui Lamine, un senegalés que vendía artesanía por las calles de Denia, escaló un edificio en llamas para rescatar a un vecino que se estaba quemando vivo. A Gassama su coraje le valió la nacionalidad francesa y a Lamine el suyo la española, pero tampoco hay que concluir que todos los refugiados deban ser héroes o villanos, que hayan venido a Europa a robar, a matar o a salvar vidas.

 

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