Javier Milei, presidente argentino por la gracia de Twitter, lleva tiempo embarcado en una cruzada personal contra Pedro Sánchez que recuerda esas bravuconadas de los viejos tiempos de la lucha libre, cuando dos luchadores agarraban el micrófono y se insultaban a conciencia antes de subir al cuadrilátero y (como dicen los argentinos) cagarse a trompadas. El problema es que Sánchez no le contesta, lo deja a su bola, como quien oye llover, con lo que Milei se queda farfullando solo, lanzando imprecaciones al aire, y entonces da la impresión de haber perdido la cabeza más aún de lo que la había perdido: un perchero para colgar las patillas y la peluca. El loco, título de la biografía que le dedicó Juan Luis González al poco de llegar al poder, es un calificativo que a Milei se le quedó corto hace tiempo.
Al escuchar sus filípicas diarias contra Sánchez resulta imposible no acordarse de uno de sus mantras filosóficos, escupido entre espumarajos de rabia y ojos demenciales: "Somos estéticamente superiores". No es que yo sea precisamente fan de Pedro Sánchez, pero basta ponerlos uno al lado del otro para comprobar que la estética cae toda ella del lado del presidente español, un señor bien plantado, alto y bastante guapo, mientras que Milei, en el plano estético, más bien parece un garabato de Lobezno desnutrido y con garrapatas. Sobre la gestión económica de ambos (punto fuerte del argentino, que se inventó varios títulos universitarios en Estados Unidos) tampoco hace falta ser Adam Smith para comprobar que, mientras España va capeando el temporal mal que bien, Argentina se dirige derecha a la catástrofe. En cuanto a idiomas, cintura, diplomacia y astucia política, lo más piadoso será correr un tupido velo.
Hablando de diplomacia, de momento, gracias a sus invectivas furibundas contra Sánchez, Milei ha conseguido un rotundo éxito internacional: el canciller alemán Olaf Scholz acaba de suspender la reunión bilateral que tenía prevista con él para el fin de semana, un desaire que le agradecerán eternamente los empresarios argentinos. Scholz iba a recibirlo en Berlín con honores militares, pero a última hora ha pensado que mejor no hacerse fotografías al lado de ese tipo. Lo más lógico sería que los alemanes lo recibieran con una charanga de circo y una vuvuzela.
Como no hay bien que por mal no venga, Ayuso ha aprovechado la gira europea de Milei para concederle la Medalla Internacional de Madrid. Con este disparate mayúsculo, Ayuso mata tres o cuatro pájaros de un tiro: aplaude los insultos de Milei contra el presidente de su propio país; cruza a tumba abierta la línea roja que el PP ha marcado para intentar que no los confundan con la ultraderecha; se pasa por el forro las directrices del ministerio de Exteriores; y ejercerá un rato en calidad de jefa de Estado mientras le quita, un poco más, el suelo de los pies a Feijóo antes de que se caiga del todo.
Entre las muchas afrentas que los madrileños hemos soportado a lo largo de los años, la Medalla Internacional a Milei no es más que un chiste: el verdadero oprobio vino de la mano de Almeida, cuando premió a Israel como líder mundial indiscutible en tasa de mortalidad infantil en Palestina. Puesto que también tuvimos que aguantar que, no mucho tiempo atrás, le dedicaran una plaza a Margaret Thatcher, tampoco sería extraño que en breve inaugurasen una avenida con el nombre de Idi Amin y una calle con el de Milosevic. No se entiende muy bien cuáles son los méritos de Milei para recibir tan alta condecoración, aparte de llamar "cobarde", "mentiroso" y otros apelativos a Pedro Sánchez. Probablemente, que está hundiendo a Argentina en la mierda a marchas forzadas mientras él, libertario donde los haya, se funde el erario público a base de viajes internacionales a todo tren y todo trapo.
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