Que el capitalismo ha degenerado en una religión y que el mundo está dominado por el culto a Mammón y al Becerro de Oro es un hecho que no admite duda alguna. No hay más que ver los edificios de las Bolsas desperdigados por el mundo entero con sus sacerdotes trajeados y sus símbolos: las campanas sonando a rebato para llamar a los fieles a la iglesia, los euros impresos con vidrieras y pórticos de catedrales, y los dólares adornados con esta descarada divisa satánica: "En Dios confiamos". De vez en cuando, los arzobispos del dinero dejan que un seglar toque la campana y se divierta un rato: así Rodrigo Rato tuvo el orgasmo de su vida anunciando en Madrid la salida a Bolsa de Bankia, un campanazo que marcaba también la enésima hinchazón de la burbuja inmobiliaria y la caída de Rato escaleras abajo.
Esta semana los amos del cotarro financiero permitieron que Javier Milei hiciera el bobo con la campana de Wall Street, una foto histórica en la que se lo veía más feliz que un niño, más feliz que Rato incluso. Las campanas y los bobos siempre van de la mano. El rostro del presidente argentino -los ojos enloquecidos, la sonrisa desquiciada y un brazo alzado esgrimiendo el mazo para golpear la campana- parece calcado al de Jack Torrance, el personaje de Jack Nicholson en El resplandor, tirando una puerta a hachazos. Al otro lado de la puerta está Argentina, devastada por la peor crisis en dos décadas, una inflación galopante, protestas callejeras y un incendio pavoroso en la provincia de Córdoba que ha devorado ya más de cuarenta mil hectáreas.
Todo eso le importa tres mierdas a Milei, que no para de sacar millones en reservas oro del país y de hacer viajes con su hermana Karina a costa del erario público, como si fuese un presidente socialista de ésos que criticaba tanto antes de arramblar con el cargo. Por momentos, la relación entre los dos hermanos recuerda más y más la que había entre Elena y Nicolae Ceaucescu. Quizá por eso, para despistar, el presidente argentino se ha traído también de propina a Nueva York una buena ristra de ministros. Total, van a gastos pagados y en Argentina tampoco es que estuvieran haciendo mucho. Encaramados todos juntos en el epicentro de Wall Street, parecían una barra brava o una excursión de paletos.
En su periplo neoyorquino, Milei tuvo tiempo de encontrarse con uno de sus patrocinadores internacionales, Elon Musk, con quien se hizo otra foto de las suyas, mostrando los pulgares y riendo a carcajadas, encantado de que Argentina se esté yendo al carajo. No deja de ser curioso que, mientras Musk, al igual que Jeff Bezos, parece un supervillano de la saga de James Bond; Milei, Ayuso, Bolsonaro y Trump podrían desfilar en un congreso de enemigos de Batman: el Joker, Hiedra Venenosa, el Espantapájaros, el Pingüino. Por desgracia, James Bond no está ni se le espera y Batman, el millonario, también está para que lo encierren en un psiquiátrico. Fue terminar Milei su discurso a lo Leonardo Di Caprio en El lobo de Wall Street y las acciones argentinas cayeron más de tres puntos. Ya hay millones de votantes arrepentidos de haberlo votado, pero tranquilos, que van a tener más motivos para arrepentirse de haberle entregado el mazo.
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