Punto de Fisión

Ciudadanos: misión cumplida

Ciudadanos: misión cumplida
La cantante Olvido Gara 'Alaska' (i) y su marido, el cantante y colaborador televisivo Mario Vaquerizo, conversan con la vicealcaldesa, Begoña Villacís, tras el acto de entrega de las Medallas de Honor y de Madrid del Ayuntamiento con motivo de la festividad de San Isidro, patrón de la capital, este lunes en Madrid. EFE/ Mariscal POOL

Hay que felicitar al votante de derechas porque nunca se queda en casa durante unas elecciones. Llueve, nieve o haga sol, sale a depositar su papeleta y le da lo mismo corrupción que condenas por violencias de género, contratos a dedo servidos a familiares que incompetencia mental manifiesta de un candidato, desguace continuado de los servicios públicos que agujeros en las arcas públicas. Vota por convicción, por costumbre o por inercia, impulsado por el mismo fervor del forofo que jalea a su equipo de fútbol o el fanático que aplaude a su cantante favorito. Da igual que el cantante no llegue a las notas altas o a su equipo le caigan tres goles en contra.

En cambio, abundan los votantes de izquierdas a los que no hay manera de convencer para que vayan al colegio electoral, ni con amenazas ni con hechos, ni con avances sociales ni con buenos datos económicos. Entre tres, cuatro o cinco opciones, no ve una sola que le satisfaga plenamente y prefiere irse al campo o a la playa que perder un domingo echando una papeleta. El votante de izquierdas suele ser muy exquisito.

Por el contrario, una de las características del votante de derechas es que si le falla un partido, siempre habrá otro: nunca se encontrará en medio de la diáspora del coliseo romano de La vida de Brian, dividido entre Sumar y Podemos, entre el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular. Se vota a los romanos, que saben lo que hacen, y punto. Por eso, los miles y miles de votos perdidos por Ciudadanos en estas elecciones autonómicas y municipales han ido a engordar los números del PP y de Vox: todo queda en casa.

En los debates que he mantenido estos días en diversos medios, me sorprendió la idea, mantenida por algunos de mis colegas, de que el votante de Ciudadanos jamás volvería a votar al PP, por unas razones o por otras. Yo opino exactamente lo contrario, es decir, que un votante desencantado con Ciudadanos se decidirá de inmediato por el PP o por Vox, depende de la mala leche que tenga, pero difícilmente dejará pasar la oportunidad de desperdiciar su voto y permitir que gane la izquierda. No se vota una idea, un candidato o una política: básicamente se vota contra ETA. Es muy triste que el votante de izquierdas no haya aprendido todavía esta estrategia elemental.

Lo he dicho muchas veces y sospecho que no me quedan muchas oportunidades de repetirlo, pero sigo pensando que Ciudadanos fue la gran oportunidad de este país por disponer de una derecha civilizada y moderada, una derecha limpia de corrupción y con ideas modernas. La lástima es que no lo fue nunca ni lo quiso ser. En seguida se vio que el invento hacía aguas por todos lados, desde los pactos con los ojos cerrados y las narices tapadas hasta aquel triunvirato de la plaza de Colón donde Albert Rivera hacía piña con Abascal y Casado. Albert sólo veía españoles y así le fue.

El tres siempre es un mal número, porque se descompone en dos y uno: ya lo sabía Sartre cuando diseñó un infierno de tres amantes en A puerta cerrada. Casi desde el principio, el votante de derechas comprendió que no había mucha diferencia entre votar PP y votar Ciudadanos: ¿por qué elegir la imitación si ahí estaba el original? Cuando el Ibex decidió que era mejor inflar la muñeca hinchable de la ultraderecha en lugar de ese pálido sucedáneo naranja, la historia de amor se acabó. Después de todo, Vox no es más que el PP a calzón quitado, el PP fuera del armario, con todo el machismo, el racismo y la homofobia a saco, mientras que Ciudadanos ha terminado por convertirse en una parodia de la nave nodriza, un chiste, una imitación que se iba diluyendo del mismo modo que UPyD, aquel curioso invento de Rosa Díez que concluyó con una señora despechada clamando a voces contra el partido que estuvo a punto de liderar.

Tras el naufragio del barquito naranja en estas elecciones, sólo cabe que el PP agradezca los servicios prestados a sus finiquitados socios de gobierno. En Madrid y en muchos otros lugares ya habían prestado cobijo a algunos de sus compromisarios y se rumorea que en breve le ofrecerán un salvavidas a Begoña Villacís. Total, ni a ella ni a los demás afortunados les va a costar esfuerzo adaptarse al cambio de camiseta. En cuanto al electorado, ni lo va a notar.

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