De cara

Messi encarga su tercer Balón de Oro

Si se lo llevó el año pasado cuando no le puso nombre a ninguno de los dos grandes títulos de influencia decisiva, si logró imponerse a Xavi e Iniesta, que ganaron lo mismo que él y además el campeonato del mundo, en 2011 ya no habrá quien le tosa. Messi encargó en Wembley su tercer Balón de Oro. Fue el mejor de todos sobre el campo, el que dejó las acciones individuales más preciosistas y también las más eficaces, el que trajo de cabeza al Manchester, un jugador tras otro. Y además fue el que rompió para siempre el partido con el gol decisivo, el 2-1: un zurdazo que se le enredó a Van der Sar por falta de vista.

Un remate que bien pudo ser un pase o un regate, porque cuando Messi acerca su bota izquierda a la pelota nunca se sabe lo que va a suceder después, si un disparo, una conducción, un quiebro, un pase profundo o un simple toque para apoyarse. Messi siempre es un misterio. Antes del zapatazo letal, el mago argentino le dio otros tres toques al balón y la jugada pudo irse hacia otra parte antes de cada uno de ellos. Cada intervalo de Leo es un enigma que tiene en vilo al rival, al compañero y al fútbol en sí. La jugada corre el riesgo de ser modificada en el último instante por clara que parezca. Messi es imposible de adivinar. Los partidos viven a merced de sus ocurrencias.

Messi le puso el broche a una final que el Barcelona mereció ganar sí o sí. Los azulgrana le pusieron belleza, dominio y autoridad al juego, plasticidad y contundencia a cada uno de sus goles. Londres asistió a un nuevo capítulo triunfal de una época de indiscutible hegemonía barcelonista. El Barça de Guardiola, el Barça de Xavi e Iniesta, el Barça de Messi... Posiblemente el mejor equipo de la historia.

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