Del consejo editorial

Póquer en Irlanda

ALFONSO EGEA DE HARO

El desenlace estaba anunciado. La semana pasada, una delegación Unión Europea-Fondo Monetario Internacional (UE-FMI) llegaba a Dublín para evaluar las necesidades de financiación de la economía irlandesa. Al mismo tiempo, se sucedían mensajes no coincidentes por parte del Gobierno irlandés sobre la necesidad de acudir al fondo de rescate UE-FMI. El ministro irlandés de Comercio, Batt O’Keeffe, se refería a esta situación como una partida de póquer.

Desde hace tiempo, las cartas están repartidas y también se conoce quiénes serán los jugadores (el criterio de selección puede variar –deuda pública, endeudamiento privado, ambas, dudas sobre los planes de recuperación económica– siempre que los jugadores sean los mismos). Y a partir de aquí comienza el intercambio de señales. En el caso irlandés, el Gobierno demoraba la solicitud del crédito y concentraba los problemas en el sector bancario. El Gobierno irlandés sabía que el crédito UE-FMI no puede dirigirse a los bancos sino a los gobiernos, que son los que en último término quedan obligados al cumplimiento de las condiciones marcadas por los acreedores. Una de esas posibles condiciones es altamente inflamable: la adecuación del tipo del impuesto de sociedades a la media comunitaria. Fue precisamente el riesgo de pérdida de la autonomía fiscal uno de los factores que movilizaron el voto contrario a la ratificación del Tratado de Lisboa en junio de 2008. Con la presentación del presupuesto para 2011 prevista para diciembre, al Gobierno irlandés le interesaba demorar la finalización de la partida y evitar los condicionantes en este período tan delicado.

Por parte de los acreedores, el ofrecimiento del rescate trataba de prevenir el pago mayor al que se deberían enfrentar en caso de que la presión de los mercados obligara a "rescatar" a otras economías nacionales más grandes que la irlandesa o la griega. En este caso, el juego debía resolverse rápido, y Alemania y Reino Unido, cuyos bancos se jugaban bastante, impulsaban el proceso.
En todo caso, el resultado de esta nueva partida supone un paso más en la dirección emprendida por una extraña Unión Europea que, por un lado, se resiste a incrementar el presupuesto comunitario o desarrollar un sistema fiscal europeo, pero que, por otra parte, crea fondos multimillonarios para luego conceder créditos a cambio de reformas, entre otras, de los sistemas fiscales nacionales.

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