Del consejo editorial

La inmigración de los herederos

 ANTONIO IZQUIERDO

La migración es la que nos revela cuáles son sus fundamentos y no al revés. Las condiciones para emprender la marcha pueden estar dadas desde hace mucho tiempo, pero para que el potencial se convierta en acto se requiere la ocasión. Así que cada época y circunstancias configuran su particular inmigración. En otras palabras, la conversión del sedentario en migrante obra sobre necesidades y derechos, pero se precipita en un preciso momento. Por eso, los ciclos migratorios son cada vez más cortos, y tanto quienes los integran como sus motivos y proyectos varían de uno a otro.
Hay ejemplos en nuestra breve historia como país de acogida. Tomemos tres flujos en tres momentos. El primero fue la emigración de argentinos que huyeron de la dictadura, después la estampida que provocó el "corralito" y, por fin, la movilización que hoy desencadena la Ley de la Memoria Histórica. En esta última línea hay precedentes europeos como el de los colonos de origen alemán establecidos durante generaciones en países del este (Ley de reparación de las consecuencias de la guerra).

En el caso argentino, el parecido de las tres olas se circunscribe a la nacionalidad y al nacimiento. El origen del movimiento, la composición social y el proyecto migratorio no son los mismos. Los primeros llegaban a España como refugiados políticos, los segundos como refugiados económicos y los terceros como refugiados históricos. Unos venían como perseguidos, otros eran empobrecidos y los de hoy son los herederos. Lo mismo ocurre con los cubanos o con los mexicanos, que responden a la llamada de esta ley respecto de aquellos que se fueron.

La verdad es que no todos eligieron España como primer destino. Algunos miraban a Estados Unidos, pero acabaron en Europa. No siempre se emigra al país preferido, sino al que resulta más accesible en ese instante. Tampoco la inmigración que desean los empresarios, los gobiernos o la sociedad civil suele coincidir con la que realmente se recibe. El caso de la emigración europea al Cono Sur
latinoamericano nos enseñó que, aunque buscaron sajones, hubieron de conformarse con acoger a los europeos del sur que estaban más dispuestos.

70 años después aparecen personas que obtienen el derecho a emigrar como españoles. No es seguro que vayan a salir del país de nacimiento, ni que vengan a España. Lo significativo es que se trata de flujos de herederos de aquellos españoles que fueron desplazados precisamente por el "hambre de derechos". La Ley de Memoria Histórica ha levantado colas de potenciales inmigrantes que, sin embargo, no son extranjeros.
El movimiento de los descendientes del éxodo provocado por la guerra y por el fracaso industrial es también una consecuencia de la expansión de la idea de Justicia. Los "incluidos" que se desplazan lo hacen en calidad de ciudadanos y no como mercancías. Ciertamente se trata de una política de reclutamiento étnico-restrictivo (jus sanguinis), pero adquirir la nacionalidad es un acto voluntario que no borra las diferencias. La inmigración, dice Sandro Mezzadra, está escribiendo una historia alternativa que desafía los conceptos de nacionalidad, territorio, identidad y memoria.

Antonio Izquierdo es Catedrático de Sociología

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