Del consejo editorial

Lugares donde anida la violencia de género

 

CARMEN MAGALLÓN

Mantener vivo el debate sobre la violencia de género no es una moda sino una necesidad acuciante. Si seguimos dando vueltas al problema, sacándolo al ámbito público, tras tantos siglos escondido de puertas para adentro, debatiendo y realizando campañas para tratar de atajarlo, es precisamente por su gravedad insidiosa. ¿Se imaginan la alarma social y los movimientos que se producirían si a estas alturas del año el terrorismo hubiera producido más de 60 muertes? Pues tampoco ante la violencia machista hemos de cejar ni permitir que, por repetida, caiga en

la niebla de la normalidad asumida.

Recientemente, pensando dónde anidan las raíces de un comportamiento que tan persistentemente lleva a algunos a convertirse en asesinos, en la Fundación Isonomía, en Castellón, constatábamos que la violencia directa contra las mujeres, la que maltrata o asesina, es la punta de un iceberg que oculta otras violencias más escondidas, y que pueden estar realimentando la más visible: violencias simbólicas y violencias institucionales. Nos preguntábamos qué consecuencias se derivan de que las instituciones (políticas, económicas, académicas, la organización social...) hubieran sido construidas pensando en un varón que disponía de alguien a quien confiar el cuidado de su cuerpo y de la descendencia. Hoy este esquema chirría. Igual que chirría la relación entre hombres y mujeres porque en mayor medida ellas han cambiado y ellos no, y esa es una chispa que enciende la violencia machista. Las instituciones modeladas según el esquema antiguo chirrían ante la presencia de mujeres que no se adecuan al estereotipo masculino, generando inadecuaciones y violencias que de nuevo recaen sobre ellas.

En un plano aún más profundo, en concepciones y prácticas que alimentan la desconsideración social de las mujeres, anida una violencia simbólica muy potente: en las creencias religiosas que conciben un dios masculino, en los posos que quedan en la ciencia derivados de los prejuicios de género que sesgaron tantas teorías filosóficas y científicas al hablar de la naturaleza de la mujer; en tantas prácticas de indagación sobre el propio mundo, en la producción artística, el cine, el teatro, la televisión, la literatura, en todo lo que llena las mentes de legitimaciones del actual estado de cosas. Por eso arrancar las raíces de la violencia de género no va a ser fácil: queda mucho por desbrozar.

Carmen Magallón es Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

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