Del consejo editorial

Corea y la rivalidad entre China y EEUU

LUIS MATÍAS LÓPEZ

El análisis que impera en Occidente es que el ruido de guerra en Corea es resultado del extraviado liderazgo de una monarquía comunista dictatorial, hereditaria, autista... y nuclear. La misma línea sostiene que el Kim viejo y enfermo, el joven Kim y una vieja guardia soviética torpedean "sin provocación alguna" un barco surcoreano, bombardean una isla y amenazan con la enésima "madre de todas las batallas". El objetivo del desvarío sería que Washington y sus aliados cedan al chantaje y acepten un rescate económico que saque al país del hambre y el subdesarrollo. Sin embargo, algo rechina en esta explicación simplista, igual que sería ingenuo creer que defender la soberanía de Kuwait o llevar la democracia a Irak motivaron las guerras del Golfo de Bush padre e hijo.

Tiene que haber más, aunque se oculte tras una cortina de humo y fuego. Puede que la respuesta esté en el hecho de que en Corea, en casi toda Asia en realidad, se libra una guerra no declarada por la hegemonía mundial entre una superpotencia en declive (EEUU) y otra en auge (China). Algunos síntomas son: las disputas de China con Japón y varios países del Sureste asiático por islas y aguas territoriales, la irritación de Pekín cuando los portaaviones norteamericanos navegan por el estrecho que separa China de Taiwán o participan en maniobras con Corea del Sur, el costoso rearme en todo el continente, el alineamiento con

Washington de varios países que temen al vecino gigante comunista, el pacto nuclear norteamericano con India y el intento chino de contrarrestarlo en Pakistán.

¿Hay peligro de choque abierto entre China y EEUU, justo cuando se habla del G-2, una especie de Gobierno mundial de ambos? No por ahora, pero es verosímil que estalle en algún momento de este siglo. Un gran imperio no se rinde sin lucha. Por fortuna, Pekín tiene hoy prioridades más urgentes –desarrollo interno, expansión económica...–, y su pragmático liderazgo no las pondrá en peligro en aventuras a destiempo y de azaroso resultado. Por eso, China juega en esta crisis un papel apaciguador. En cuanto a EEUU, lo último que necesita es otra guerra, y menos con una potencia nuclear de liderazgo imprevisible. Por eso, más allá de la retórica belicista, lo lógico es que se imponga la contención, y que Pekín y Washington saquen lecciones útiles para su pugna global, todavía embrionaria.

Luis Matías López es periodista

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