Del consejo editorial

No mezclar

 

ALFONSO EGEA DE HARO

Una pregunta recurrente es cómo la Unión Europea puede ser más influyente en el panorama internacional. Entre la puesta en marcha del servicio diplomático europeo o la definición de una política exterior y de seguridad común, lo cierto es que los mecanismos que se han demostrado más influyentes han sido los sucesivos procesos de ampliación y el proceso de transformación interna que se producía en los países candidatos. Desde la última ampliación hacia el este europeo hasta los candidatos actuales u otros potenciales (como los países de los Balcanes occidentales), las perspectivas de adhesión han servido para legitimar las políticas de diversos gobiernos, solucionar asuntos fronterizos y, en definitiva, acometer profundas reformas difícilmente realizables sin otear una futura incorporación. La crisis económica y la respuesta europea no parecen estar alterando esta capacidad.

Sin embargo, una vez dentro, la capacidad de influencia de la Unión parece desvanecerse. Es más, comienza una fase en la que los gobiernos nacionales se afanan en calificar de asuntos internos toda decisión criticada desde las instancias comunitarias, excepción hecha de los compromisos que se derivan de la unión monetaria. Y es así que se llega a episodios como el de la pasada semana, cuando, ante unos europarlamentarios prevenidos por la censurable regulación de los medios de comunicación en Hungría, su primer ministro, Viktor Orban, señaló que no se deben mezclar los asuntos internos con los europeos. En tal caso, estaría dispuesto a luchar.

Detrás de este discurso, que no se limita a un caso esporádico, se esconde la visión de la Unión Europea como un organismo certificador de cierto estatus a sus miembros que después no puede ser revisado. En definitiva, se excluye el que pueda haber retrocesos en la protección de los derechos y libertades fundamentales o la calidad de la democracia. A lo sumo se trataría de asuntos internos y ahí se cierra el debate.
La ausencia de este debate a nivel europeo fomenta una división tan difusa en sus límites como profunda entre lo que son asuntos internos y lo que pertenece a la esfera política europea. Una Unión Europea que pierde progresivamente aquella capacidad de influencia y donde la censura y la crítica de las decisiones adoptadas por los gobiernos nacionales dependen, cada vez más, de los años de permanencia de cada país en tan selecto club.

Alfonso Egea de Haro es profesor de Ciencia Política

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