Del consejo editorial

Mujeres: formación desaprovechada

JORGE CALERO 

Las chicas son mejores que los chicos, de largo, en prácticamente todas las áreas del sistema educativo. Allá donde miremos, las chicas lo hacen mejor. Y, sin embargo, esas ventajas en la educación se disuelven al llegar al mercado de trabajo. En él, las mujeres siguen teniendo grandes dificultades para que las ventajas formativas se traduzcan en buenos puestos de trabajo, con buenas condiciones y buenos salarios. Es este uno de los ejemplos en los que se aprecia más claramente cómo en la sociedad española el mérito no es, a menudo, suficientemente valorado.
Veamos algunas cifras que indican la superioridad manifiesta de las chicas en el sistema educativo. 14 puntos porcentuales menos de fracaso escolar al finalizar la ESO (22,5% en comparación con 36,3%). 15 puntos más de escolarización en secundaria postobligatoria –Bachillerato y Ciclos Formativos– (65% contra 50%). El fracaso escolar y el abandono temprano son fenómenos esencialmente masculinos. Sigamos: 11 puntos más de escolarización en educación superior (42% contra 31%). Y eso, viniendo de un sistema educativo que hace sólo 30 o 40 años estaba claramente dominado por los hombres.
¿Cuáles son las (pocas) áreas en las que los chicos todavía sacan alguna ventaja? Destacaría dos. En primer lugar, las pruebas de competencias en matemáticas y ciencias de PISA (pruebas que se efectúan a la edad de 15 años). En segundo lugar, el acceso a los estudios superiores técnicos (ingenierías), donde la presencia masculina es mayoritaria (74%) y no ha retrocedido sustancialmente en los últimos años. Una explicación simple pero eficaz para ambos fenómenos la encontramos en el título, de los más expresivos que recuerdo, de un libro de C. Alemany, publicado en 1992 por el Instituto de la Mujer: Yo no he jugado nunca con Electro-L.

En todo caso, las chicas, cuando centran sus esfuerzos en el sistema educativo, saben lo que les conviene. Si algo les puede proteger de las discriminaciones de género potenciales en el mercado de trabajo es más educación y procesos muy objetivos de acceso y promoción (característicamente, las oposiciones en el sector público). Para muchos chicos, especialmente para los que no continúan estudiando después de la ESO, el sistema educativo es prescindible: saben que saldrán adelante en el mercado de trabajo, mejor o peor –peor en tiempos de crisis, desde luego–. Pero, para las chicas, los estudios son necesarios.

Necesarios, sí. Necesarios, pero no suficientes. Hace unos días, como cada año en torno al Día Internacional de la Mujer, volvieron a difundirse los estudios que señalan la existencia de una brecha salarial, situada entre el 15 y el 30%, entre los salarios de hombres y mujeres cuando el resto de sus características son iguales. Se volvió a escuchar frecuentemente la expresión techo de cristal para describir los límites que afrontan las mujeres en las zonas de mayor responsabilidad del mercado de trabajo. Elementos que señalan, persistentemente, a un hecho que me parece claro: la sociedad está despilfarrando buena parte del magnífico esfuerzo y resultados de las mujeres en el sistema educativo.
La tendencia es clara: los avances sostenidos de la mujer en la educación son mayores que los que se producen en el mercado de trabajo. El resultado que podemos esperar, entonces, será más despilfarro en los próximos años.

Jorge Calero es  Catedrático de Economía Aplicada

Más Noticias