Del consejo editorial

Ciencia y política en un país como este

MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC

Con frecuencia, tras las grandes batallas ideológicas sobre cuestiones morales, planteadas por la aplicación del conocimiento científico, termina apareciendo la sombra de rastreros intereses económicos, apenas disimulados por un tenue velo de hipocresía. La historia de la legislación estadounidense en materia de investigación con células madre embrionarias es antológica a este respecto. En realidad, Bush no prohibió este tipo de investigaciones, sino sólo la financiación con fondos federales de proyectos en los que hubiera que obtener células madre embrionarias. Sus escrúpulos religiosos no eran, al parecer, tan refinados como para extender la prohibición a proyectos con células obtenidas en otros laboratorios extranjeros o privados. Así que lo que ha hecho Obama al eliminar esta prohibición es muy sencillo: se ha limitado a levantar el tenue velo de la hipocresía neocon y a dejar las cosas en su sitio.

En España tenemos tradición en este campo. La ley de reproducción asistida de 1988, que sacó adelante el entonces diputado socialista Marcelo Palacios, sirvió de referente para la normativa del Consejo de Europa y situó a España entre los países más avanzados en este terreno. En 2003, los neoconservadores españoles intentaron restringir con una nueva ley las técnicas de reproducción asistida y las investigaciones con células madre embrionarias. Sólo el tesón de algunos investigadores, en especial de Bernat Soria, actual ministro de Sanidad, y la decisión política del Gobierno de Andalucía hicieron posible que se mantuvieran vivas unas líneas de intervención terapéutica y de investigación clínica que hoy consideramos esenciales. Finalmente, las nuevas leyes de reproducción asistida (2006) y de investigación biomédica (2007) han creado un marco legislativo completo, científicamente avanzado y socialmente responsable que, sin duda, va a servir nuevamente de referencia para muchos países.

Mientras tanto, aquí podemos celebrar que Javier, un niño seleccionado genéticamente en un proceso de reproducción asistida, haya podido proporcionar a su hermano Andrés células madre de su cordón umbilical, necesarias para curarse de una enfermedad cruel e imposible de tratar con otros medios. Y, además, también podemos celebrar, con orgullo, que todo el proceso se ha llevado a cabo en un hospital público, el Virgen del Rocío de Sevilla, siguiendo criterios estrictamente científicos, con controles éticos y garantías de que ningún factor de interés económico pueda haber influido en el proceso.

A veces la ciencia y la política conspiran para que podamos sentirnos orgullosos de la sociedad en la que vivimos. Y no hay que desperdiciar esas raras ocasiones. Así que este puede ser un buen momento para rendir homenaje a tantos profesionales e investigadores del sistema público de salud que han hecho posible todo esto y de reconocer el tesón y la audacia de gestores y políticos que han ido abriendo nuevos caminos de libertad frente a los ataques doctrinarios e hipócritas. Y es también el momento de dar la enhorabuena a los padres de Andrés y Javier, porque sus hijos han tenido la suerte de haber podido nacer en un país como este.

Miguel Ángel Quintanilla Fisac es  Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia

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