Del consejo editorial

Chernóbil y Fukushima

JORGE CALERO

Catedrático de Economía Aplicada

Al recibir las primeras noticias del accidente en la central nuclear de Fukushima sentí, además de la lógica inquietud, una cierta curiosidad optimista. Habiendo seguido, en su día, las "noticias" sobre el accidente de Chernóbil, estaba expectante pero parcialmente confiado acerca de cómo podía resolverse el problema en Japón. El punto de partida, suponía, permitía ventajas sustanciales: en Japón, con menos enemigos de la sociedad abierta que en la Unión Soviética, la información podría ser más transparente y las soluciones tendrían prioridad sobre la ocultación. La sociedad japonesa, además, tecnológicamente más avanzada y con experiencia en desastres nucleares, podría reaccionar de forma rápida y eficaz. La burocracia estatal, además, no dificultaría la reacción como había sucedido en Chernóbil.
Sin embargo, la sensación de déjà vu se fue consolidando poco a poco. Cada noticia de Fukushima tenía su paralelismo en Chernóbil. Los helicópteros que arrojaban cemento sobre Chernóbil lanzaban agua en Fukushima. Tuvimos noticias de trabajadores cuasi-suicidas, emparentados con los "liquidadores" soviéticos. Las autoridades primero negaron, luego balbucearon explicaciones confusas y por último reconocieron parcialmente la verdad. Aquí, el lobby nuclear colocó a sus "expertos" en medios de comunicación a menudo demasiado crédulos, "expertos" que negaban, relativizaban y confundían advertida o inadvertidamente. La secuencia de los hechos, aunque era conocida y se podía anticipar, no dejaba de causar perplejidad.
Es posible que nos olvidemos, que supongamos (erróneamente) que el daño queda acotado en una zona y que los escrúpulos hacia la energía nuclear que ahora han rebrotado desaparezcan. Es posible que hasta dentro de otros 25 años no pasemos por una secuencia similar que nos haga recordar con qué estamos jugando; entretanto, quizás hasta se recobre la retórica de la energía nuclear como energía "limpia". Pero el olvido no elimina la evidencia: la energía nuclear sobrepasa holgadamente las capacidades de nuestras sociedades desde los puntos de vista tecnológico, empresarial y político. Y si esta evidencia se aplica al caso japonés, ¿qué no sucederá en España? ¿Recuerdan Vandellós I?

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