Del consejo editorial

Carrera de obstáculos hacia el Estado palestino

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

El pasado septiembre, Obama expresó ante la Asamblea General de la ONU su confianza en que, un año más tarde, ese mismo foro alumbraría un Estado palestino en paz con Israel. Desde entonces su mediación ha sido inútil, pero las dos principales facciones palestinas han mantenido el objetivo común de lograr esa proclamación histórica para la fecha fijada.

Es inviable un país partido en dos y con gobiernos enfrentados desde el triunfo electoral islamista de 2006 y la subsiguiente guerra civil interpalestina: el cisjordano, que controla Fatah, y el de Gaza, bajo la férula de Hamás. De ahí la importancia de la firma, el 5 de mayo en El Cairo, de un acuerdo de reconciliación cuya aplicación será un campo minado y que debería permitir un solo Gobierno de técnicos, elecciones dentro de un año y una voz común para negociar con Israel. Ojalá el pacto no sea tan frágil como el de La Meca en 2007.

Sólo una parte del conflicto, la moderada de Mahmud Abás que rige Cisjordania, parece dispuesta a ceder. Si acaso, el grupo islamista radical podría suspender los ataques con cohetes contra el Estado judío, pero es improbable que admita su derecho a existir. Y los halcones que gobiernan Israel no quieren entender que les conviene tener un interlocutor único y que las guerras que no se pueden ganar sólo concluyen negociando con el enemigo, por mucho que abominen de él e intenten aislarles, aun al precio de miles de vidas de inocentes.

Pero algo se mueve. El nuevo Egipto ya no es un aliado fiel de Israel. El régimen sirio, apoyo esencial de Hamás, se tambalea. Obama presiona a Netanyahu, que dinamitó su última iniciativa con su política de asentamientos. Y los jóvenes palestinos se han echado a la calle, en Gaza y Cisjordania, para exigir unidad a sus líderes.

Obama intenta frenar la proclamación de septiembre y prepara una iniciativa para devolver a los palestinos de Abás a la mesa negociadora. Pero, ¿qué palestinos? Porque sin Hamás cualquier acuerdo sería precario e incompleto. Por eso es aún utópico pensar en compromisos sobre temas clave en los que las posiciones parecen irreconciliables, como la partición de Jerusalén, los intercambios territoriales, las garantías de seguridad o los refugiados.

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