Del consejo editorial

Entrar a saco

RAMÓN COTARELO

Catedrático de Ciencias Políticas

La alternancia en el poder –y no sólo de dos partidos– es la esencia de la democracia. Pero, para hacerla realidad, es necesario que las distintas opciones, sin hacer concesiones en sus discrepancias, actúen con lealtad a algunas reglas básicas no ya de la política sino de la convivencia social. La primera es que no debe acusarse a nadie sin pruebas. Si esta regla se rompe, la sociedad se convierte en una turbamulta en la que se acaba imponiendo el que más vocifera.

Que el PP entra en algunos gobiernos autonómicos, como el de Castilla-La Mancha, tratando de resarcirse de una frustración de años en la oposición, es una evidencia. Las afirmaciones de los conservadores acerca de la "quiebra total" de las cuentas de la comunidad castellano-manchega antes de poder demostrarlas rompen las reglas democráticas citadas y hacen colegir un espíritu vindicativo que aumenta cuando se aparea con las amenazas de despedir trabajadores de empresas públicas con la justificación de que son "colocados del PSOE". Un lenguaje que recuerda mucho los episodios de los "cesantes" de la época del caciquismo de la Restauración y que trata de asentar un clima de temor que envenenará la vida pública.
Esta actitud intemperante y demagógica, escudada en un discurso de repentina austeridad, contrasta con el hecho de que la presidenta in péctore de Castilla-La Mancha disfrute de una desorbitada acumulación de salarios públicos que, si no es legalmente objetable, sí lo es, y mucho, éticamente. Este hecho, junto con el de que las comunidades autónomas y ayuntamientos más endeudados sean del PP, hace pensar que la derecha no trae un programa de contención del gasto sino de castigo de las instituciones administradas por otros y sobre las espaldas de los
administrados.
En una época de crisis general y debilidad de las cuentas públicas, la agresividad del PP en los procesos de transferencias tiene un eco mediático evidente y generaliza el temor acerca de las verdaderas intenciones de la derecha. Al entrar a saco en lo que consideran los bastiones del adversario, los conservadores evidencian un talante que puede rearmar el voto de la izquierda e invertir los vaticinios sobre las elecciones de 2012.

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