FRANCISCO BALAGUER CALLEJÓN
En sus 30 años de vida, la Constitución ha cumplido adecuadamente una de sus funciones esenciales: la de contribuir a hacer posible la convivencia pacífica y democrática de los distintos sectores que integran nuestra sociedad. Los ritos conmemorativos que tienen lugar durante estos días incrementan el prestigio de la Constitución y favorecen la realización de esa función. Al mismo tiempo –la realidad siempre es compleja– la idealización excesiva del texto conlleva el riesgo de alejarlo de la sociedad, de convertirlo en una especie de icono situado fuera de cualquier discusión posible. Cuando la Constitución se mitifica, se aleja del contexto y puede llegar a convertirse en un instrumento más de la lucha política y en un medio para descalificar las posiciones de los adversarios. Como consecuencia, el debate constitucional termina centrándose (como está ocurriendo en nuestro país en los últimos años) en los límites que la Constitución establece y no en las posibilidades de desarrollo que ofrece. El espíritu constitucional se empobrece y la ciudadanía termina viendo en el texto un posible freno para sus legítimas aspiraciones de libertad y de igualdad. Aspiraciones que son, sin embargo, perfectamente congruentes con la Constitución a poco que su texto se interprete de acuerdo con el contexto constitucional actual.
La disociación entre el texto y el contexto conduce a otros problemas de entidad. Hay que tener en cuenta que, 30 años después de su aprobación, el texto de la Constitución es sólo una parte de nuestro Derecho constitucional. La Constitución abre paso a la descentralización territorial y a la integración en Europa, pero en su texto no se mencionan ni el Estado Autonómico ni la Unión Europea. Dos ausencias inevitables si tenemos en cuenta el momento histórico en que la Constitución se aprueba (España todavía no se había integrado en las Comunidades Europeas y el Estado Autonómico se desarrolló como tal a partir de la entrada en vigor de la Constitución). Sin embargo, el contexto del Derecho constitucional en la actualidad es el de una pluralidad de espacios constitucionales (europeo, estatal, autonómicos) que se relacionan dialécticamente entre sí. Como el Estado sigue siendo el factor regulador de esa relación, lo lógico sería que el texto constitucional sufriera una profunda reforma para adaptarlo al contexto del Estado Autonómico integrado en Europa, en la línea de las propuestas que realizara el Gobierno en la anterior legislatura.
el texto se sitúa a espaldas de la sociedad. Las cuestiones constitucionales son hoy, en gran medida, ajenas al texto de una Constitución que ha cumplido dignamente su 30 aniversario pero que ecesita reformas urgentes para poder seguir desarrollando sus funciones. Si realmente apreciamos a la Constitución, no la convirtamos en una reliquia. Hagamos de ella una norma viva, que sepa dar respuesta a los problemas de su tiempo.
Francisco Balguer Callejón es Catedrático de Derecho Constitucional
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