Del consejo editorial

La imposible respuesta europea a la crisis

 FRANCISCO BALAGUER CALLEJÓN 

Es una afirmación habitual la de que Europa nunca reacciona en tiempos de crisis. En realidad sí lo hace, pero siguiendo las mismas pautas que en las situaciones normales y, por eso, su comportamiento resulta tan extraño. Mientras EEUU o China ponen en marcha planes especiales con unidad de dirección y una orientación más o menos clara, la UE hace lo de siempre: ponerse al servicio de los estados miembros.
Ahora bien, en los períodos de crisis esta actitud resulta ineficaz, porque los estados atienden de una manera mucho más intensa a sus intereses particulares, dejando poco margen para la concertación supranacional y el desarrollo de líneas políticas comunes. Como se ha evidenciado en la Cumbre del
G-20, a lo más que llegan los estados miembros de la UE es a formar bloques ocasionales para defender posiciones conjuntas frente a otros estados miembros.

Es en los momentos de crisis cuando se percibe la inadecuación del método de integración seguido hasta ahora para hacer frente a los problemas de Europa. Ese método de integración surgió hace 50 años como una respuesta de los Estados europeos a los procesos de democratización interna y de globalización incipiente. La pérdida de poder político que ambos procesos suponían fue compensada mediante la integración, trasladando a las instancias europeas una capacidad de decisión que no estaría sometida a condiciones democráticas. A través de la concertación supranacional, los Estados consiguieron sortear las limitaciones y la pérdida de poder derivadas de la democratización y de la globalización. A cambio, cargaron sobre el proyecto europeo las imágenes negativas de las reconversiones industriales y las reestructuraciones de los sectores productivos: todos los males venían siempre de Europa.

Esa forma de construir Europa no ha sido nunca europeísta, porque ha supeditado el proyecto europeo a los intereses de los Estados. De ahí que se haya dispersado en una Europa de geometría variable, en función de las necesidades específicas de cada Estado miembro. Una Europa a la carta que ahora manifiesta su completa inadecuación para hacer frente a la crisis económica. Aunque los estados quisieran, no podrían dar una respuesta común a la crisis, porque no hay una Europa que funcione como entidad económica como lo hacen EEUU, China o Brasil.

Hay estados que se integran dentro de la zona euro y otros que tienen sus propias divisas, del mismo modo que conviven en la UE estados con estructuras productivas muy diferentes entre sí, a los que no se les pueden aplicar las mismas recetas y que tienen planteamientos muy diversos sobre opciones estratégicas esenciales, que pueden condicionar la solución a la crisis y la evolución futura de las economías europeas.
Si una respuesta europea a la crisis resulta actualmente imposible, la cuestión es si la construcción de Europa podrá orientarse en el futuro en un sentido europeísta, hacia una Unión Europea centrada en la ciudadanía y capaz de articular un Estado social europeo.

Francisco Balaguer Callejón es Catedrático de Derecho Constitucional

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