Del consejo editorial

La 'Flotilla de la Libertad II' y la no-violencia

CARMEN MAGALLÓN

Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

Desconozco si todas las personas involucradas en la iniciativa de llevar ayuda humanitaria a la población sitiada de Gaza, en esta reedición de la Flotilla de la Libertad, comparten la filosofía de la no-violencia. Pero la acción, tal y como está proyectada, es claramente un ejercicio de acción no-violenta. Pues la no-violencia no se define por lo que no hace, no es la negación de la violencia, que también, sino una respuesta proactiva frente a una situación de injusticia ante la que cualquier ser humano habría de actuar. Tanto Gandhi como Martin Luther King abogaron por actuar frente a la injusticia. "Quien acepta pasivamente el mal es tan responsable como el que lo comete", decía Martin Luther King. Y Gandhi: "No se puede ser no-violento de verdad y permanecer pasivo ante las injusticias sociales".
El de Gaza es uno de esos casos de injusticia flagrante. Son cinco años de sitio los que viene sufriendo su población (más de millón y medio de personas), lo que redunda en carencias de todo tipo de suministros, además de la insufrible falta de libertad. En los últimos días, el agotamiento de medicinas en los hospitales ha provocado que muchas operaciones no hayan podido realizarse, lo que es tan sólo un botón de muestra de las dificultades cotidianas en medio de las que se ven obligados a vivir. Los gazatíes están sufriendo "una política deliberada de castigo colectivo que es legalmente indefendible y moralmente reprochable", según ha declarado recientemente Richard Falk, enviado especial de la ONU a los territorios ocupados de Palestina.
Por eso, la Flotilla no es una provocación, sino una acción desarmada que tiene la legitimidad y la fuerza que emana de lo razonable de su causa, la fuerza de la no-violencia. A diferencia del sitio de Gaza, no viola la legislación internacional, sino que busca hacer visible el sufrimiento de los sitiados y poner en evidencia la responsabilidad de los sitiadores (también en la medida de lo posible sacudir su conciencia). Participar en ella conlleva un riesgo no desdeñable, visto el dramático final de la primera Flotilla. Quienes, pese a todo, han decidido asumirlo merecen todo nuestro respeto y consideración. Y es obligación de los gobiernos protegerlos de manera efectiva.

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