Del consejo editorial

‘Lección de diplomacia’ del embajador Schutz

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

El embajador israelí, Rafael Schutz, se ha despedido con una extraña ‘lección de diplomacia’, asegurando que ha sufrido "parte del odio y el antisemitismo" que persiste en España, aludiendo a los "muros de distanciamiento y hostilidad" acumulados desde la expulsión de los judíos en 1492, y denunciando la persistencia de un "discurso de odio extremista" y de expresiones despectivas como "hacer judiadas".
Schutz debería ser más prudente para no envenenar una relación que ha costado mucho desarrollar en los últimos 25 años. Su actitud contrasta de forma abrupta con la de su predecesor Shlomo Ben Ami, quien se esforzó siempre por tender puentes y restañar heridas.

Es cierto que persisten, aislados, algunos prejuicios antijudíos, reliquias de la ‘conspiración judeo-masónica’ que obsesionaba a Franco y rescatan neonazis descerebrados, pero no reflejan el sentir de la inmensa mayoría de la población. El antisemitismo, con su irracionalidad intrínseca, no es ya un ‘pecado’ español, sino un residuo que se extingue.
Tiene razón Schutz al decir que se suele identificar a Israel con el conflicto con los palestinos y que la mayoría de españoles es contraria a la política de su país en este tema. Pero no es por antisemitismo, ni por culpa de los corresponsales, sino por la lógica de los hechos. Algunos ejemplos: la ocupación ilegal de Cisjordania y la extensión de los asentamientos, el terrorismo de Estado en respuesta al de Hamás y en la proporción de ciento por uno, el estrangulamiento de Gaza, agresiones como la perpetrada contra la Flotilla de la Libertad y la proclamación de Jerusalén como capital única e indivisible del Estado hebreo.
Por cierto, aunque se entienda su queja por la utilización incorrecta de Tel Aviv (sede de la mayoría de embajadas occidentales, incluida la española) como sinónimo de Israel, debería comprender que emplear Jerusalén (como quien dice Washington y París), sería tanto como admitir la soberanía israelí sobre toda la ciudad, incluida la parte oriental, ocupada desde 1967 y en la que los palestinos quieren instalar la capital de su futuro Estado.
Señor Schutz, no confunda la velocidad con el tocino. Una cosa es el antisemitismo y otra, muy distinta, la crítica legítima.

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