Del consejo editorial

Comunicación científica y alarma

 MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC

La pandemia de gripe A que acaba de declarar la OMS es un fenómeno bifronte. Por una parte, se trata de un proceso biológico, en el que un virus mutante, de origen porcino, ha empezado a difundirse entre los humanos. Pero, por otra parte, es un caso emblemático de comunicación de masas, en el que una noticia, seguramente oculta durante algún tiempo en su lugar de origen (México), salta a la palestra y en pocos días recorre todo el espectro comunicativo de la actualidad.

Lo interesante del caso es que la forma como se gestione la difusión de la información por todo el mundo puede ser decisiva para modular la virulencia de la epidemia.
Hay dos formas contrapuestas de gestionar la comunicación científica en situaciones de crisis. La primera suele ser la más habitual y sigue una especie de ley de hierro de la mala
comunicación: niega, simplifica, exagera y alarma. Primero se oculta la información. Después, una vez destapada la noticia, se simplifica su contenido con la excusa de hacerla más inteligible. En un tercer momento, el hecho noticioso se condimenta con una buena dosis de exageración de sus rasgos más llamativos y potencialmente preocupantes. Y, finalmente, se desencadena una imparable alarma social.

Me ha tocado vivir los primeros días de la fase alarmista de la comunicación sobre la gripe A durante la celebración de una reunión científica en Colombia. Al bajar del avión ya me encontré con azafatas, policías, taxistas y empleados de
aeropuerto rigurosamente cubiertos con mascarillas. En el hall del hotel presencié aterrado cómo, en una extraña alianza, guardias de seguridad y camilleros de ambulancia perpetraban una especie de secuestro de un colega mexicano, al que el aire acondicionado le había hecho estornudar dos veces. Por suerte, en el hospital en el que le encerraron no tardaron más de dos horas en devolverle a la habitación de su hotel "en libertad sin cargos".
Pero para entonces ya se había transmitido "en directo" la operación de secuestro que habíamos presenciado. Así que, durante más de 24 horas, pudimos seguir escuchando por radio y televisión las estadísticas de la gripe en el país, con dos casos "graves" en Cartagena de Indias, uno de los cuales, desde luego, era nuestro colega: un experto comunicador, por cierto, que trabaja en un prestigioso centro mexicano de investigación en biología molecular. Paradojas de la comunicación científica.

¿Hay otra forma de hacer las cosas? Desde luego la hay. Dos días después yo mismo aterricé en Barajas y no vi a ninguna azafata con mascarilla. Escuché las sensatas y severas recomendaciones de la ministra de Sanidad y leí las profusas informaciones que transmitía la OMS explicando lo que significa una pandemia, sus riesgos potenciales y la situación real de cada momento. Este es el segundo sistema de reacción ante una crisis: transparencia en lugar de ocultación, explicación de la complejidad en lugar de simplificación, información objetiva y ponderada en lugar de exageración y recomendaciones prácticas, claras y contundentes en vez de alarmismo histérico e irresponsable. Es más difícil, pero es más eficaz. Y más justo.

Miguel Ángel Quintanilla Fisac  es Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia

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