Del consejo editorial

¿Retornan los rumanos?

 ANTONIO IZQUIERDO

Es buena la iniciativa del Gobierno de firmar acuerdos con Rumanía para reducir la explotación de los trabajadores rumanos en España y poner freno a la degradación de las condiciones laborales en los mercados de trabajo. Loable y preñado de dificultades es el empeño de colaboración entre las inspecciones de trabajo de ambos países para perseguir y multar a las empresas-buzón. Hay que apoyar la intervención bilateral en la regulación justa de las corrientes migratorias porque beneficia a todos los ciudadanos y es una asignatura pendiente de la política española de
inmigración.

Pero esa regulación de las entradas y salidas hay que practicarla en los ciclos de bonanza y en los de crisis. Porque lo que ahora resulta incómodo y le quita credibilidad y legitimidad al propósito es el hecho de afanarse en las políticas de regreso cuando pintan bastos y no haber regulado con igual énfasis las entradas masivas en los años pasados. Se agachó la cabeza ante un empresariado ávido de contrataciones verbales y temporales que ahora arroja a sus vulnerables destinatarios a la irregularidad y al desempleo.

Dicho lo cual conviene llamar a las cosas por su nombre y diferenciarlas por los apellidos. Y ni el nombre ni los apellidos de lo que probablemente harán los rumanos que viven en España es una migración de retorno. No lo es en su concepto ni lo va a ser en la práctica. El mal uso del vocablo cabe achacarlo a la hegemonía político-cultural de la ideología antiinmigrante que ha pervertido el título y el contenido de las políticas anulando su sentido. Lo más grave es que esa corrupción de las palabras repercute en las prácticas sociales y contamina las percepciones.
Tres significados se esconden tras el retorno. El genuino y preciso, que es el de una persona que vuelve al país de origen con intención de quedarse definitivamente tras haber vivido un largo tiempo en otro país. Ese retorno puede ser voluntario y asistido. El sentido pervertido de retorno, que es, en realidad, una expulsión de los inmigrantes en situación irregular. Expulsión con un grado variable de coerción y costes. Y, en tercer lugar, el regreso, que ahora se les propone a los rumanos y que viene a ser, en la práctica, una migración circular por el interior del espacio comunitario. Es una política que puede impulsar más la movilidad que el retorno definitivo de los
desempleados.

Los rumanos componen la comunidad inmigrante más numerosa en España y han dominado durante los cinco últimos años los flujos de entrada y de salida, así como los contingentes de temporeros agrícolas. La teoría de la migración circular les cuadra casi a la perfección por su estatus comunitario, costes de trasporte, juventud, temporalidad, nivel formativo, vulnerabilidad laboral y altas cotas de rechazo social. Pero pueden moverse con libertad en la UE y tienen una información perfecta de cuáles son las oportunidades que les brinda su país. Sin duda, la duración de la crisis va a agudizar el regreso temporal y la circularidad; sin embargo aún es pronto para hablar de verdadero retorno.

Antonio Izquierdo es  Catedrático de Sociología

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