Del consejo editorial

Lugares virtuales, lugares reales

Carme Miralles-Guasch

Profesora de Geografía Urbana

Las manifestaciones del movimiento de los indignados de estos últimos días, en casi un millar de ciudades del mundo, se organizan en el espacio virtual, a través de las redes sociales. No sólo se convocan, también se valoran, se cuantifican, se diseñan estrategias, se establecen diálogos, se unifican criterios a través de los espacios virtuales. Twitter, Facebook y otras plataformas son los instrumentos que hacen posible este movimiento y a través de ellas se crean las protestas ciudadanas. Son personas que de forma voluntaria se relacionan entre ellas a través de las redes, de forma no jerárquica, sin que medie ningún territorio real. En esta generación espontánea del Movimiento 15-M no existe el lugar. Da igual donde te ubiques, los que están en Madrid o en Nueva York leen los mismos mensajes y consignas. Y además tienen estrategias de sociabilidad similares.

Sin embargo, la protesta en sí, la manifestación callejera, necesita de un lugar concreto que no puede ser anónimo o anodino. Todo lo contrario, el lugar real de la concentración tiene que ser reconocible y estar cargado de simbología.
En Nueva York, los manifestantes se concentran en Wall Street; en Londres, la manifestación se quería situar frente a la Bolsa; en Fráncfort, frente al Banco Central Europeo. En Madrid y en Barcelona, en las plazas más simbólicas y más céntricas de cada ciudad, Sol y Catalunya. Incluso se percibe que a las policías de estas ciudades les molesta mucho más que se ocupen estos espacios que otros, pues ponen especial énfasis en interrumpir las protestas cuando el lugar donde se producen tiene una fuerte carga simbólica: delante de los bancos, de las bolsas o de las instituciones. Con sus actuaciones, subrayan la importancia del lugar donde estas se producen.
En los lugares virtuales se organizan, y en los reales y desde la proximidad que establece estar juntos, unos al lado de otros, se señala a los culpables y a los responsables del desastre. El espacio público y compartido no desaparece; al contrario, se refuerza desde el espacio virtual. Las ágoras urbanas tienen más protagonismo que nunca. De ahí la importancia de la ciudad como plataforma real de las protestas, igual hoy que en el siglo XIX.

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