Del consejo editorial

El estado de la confianza

RAMÓN COTARELO

Si las próximas elecciones al Parlamento europeo se ven como precedente de las generales de 2012, el resultado del debate sobre política general de ayer y hoy viene a ser un precedente de aquellas. Y, si es así, el diagnóstico es de empate.

Empate entre PSOE y Partido Popular no porque ambos lo hayan hecho igual en el debate, sino porque sus circunstancias son muy distintas. Estando en pleno fondo de la crisis, cuando casi todas las medidas que cabía tomar ya se han tomado, el presidente del Gobierno trajo un nuevo abanico de propuestas positivas en amplio frente, tendentes a estimular la demanda en los sectores más dañados (vivienda, automóviles, pymes y autónomos) así como de política social redistributiva e inversiones en sectores que sean nuevos yacimientos de empleo. La batería responde a un proyecto global para salir de la crisis que incluye un cambio en el modelo productivo, para lo que anunció un proyecto de ley y solicitó varias veces el acuerdo y el consenso de la Cámara. El problema es si lo tiene o no.

Mariano Rajoy repitió el estilo de la legislatura pasada que le hizo perder todos los debates. En un tono despectivo y agresivo, demostró lo que los críticos vienen diciendo: que carece de propuestas concretas o no se atreve a formularlas. Igual que en pasadas ocasiones, se concentró en un monotema, el paro, al que dedicó el 80% de su intervención; pero no para combatirlo o paliarlo, sino para emplearlo como arma arrojadiza contra el Gobierno, como hizo con el terrorismo en la legislatura anterior.
Si hay que declarar un ganador, habría que otorgar la victoria de nuevo a José Luis Rodríguez Zapatero porque es más positivo, más convincente y suena con mayor entusiasmo. El problema es que no basta con ganar en el debate personal, sino que esta vez se trata de ganar el debate en su conjunto. Dadas las circunstancias, ahora cuenta, y mucho, la posición de todos los grupos parlamentarios. José Luis Rodríguez Zapatero ha pedido reiteradamente el acuerdo y el consenso de la cámara para su ambicioso plan de salir de la crisis cambiando el modelo productivo, convirtiendo con ello implícitamente el debate sobre el estado de la nación en un voto de confianza. Pero, por lo que llevamos visto y lo que hoy es esperable, quizá no lo obtenga. Su oferta ha intentado atraer a la derecha (rebajas fiscales, contención del gasto) y a la izquierda (no reducción de los derechos de los trabajadores) pero puede que no satisfaga a ninguna y si el jueves, al votar las resoluciones, la petición de acuerdo y consenso del Gobierno fuera rechazada, ello equivaldría a una falta de confianza de la Cámara. Ante su soledad parlamentaria y dado que no es previsible se presente una moción de censura –que, al ser constructiva, precisaría una mayoría absoluta a favor de Mariano Rajoy, lo que, por ahora, es impensable–, quizá haya llegado el momento de que sea el presidente quien presente la cuestión de confianza.

Al embarcarse en un plan tan ambicioso como el del cambio del modelo productivo, la prudencia política aconseja negociarlo antes y asegurarse de que se cuenta con los apoyos precisos.

Ramón Cotarelo es catedrático de Ciencias Políticas

Más Noticias