Del consejo editorial

La otra factura de la crisis

Pere Vilanova

Catedrático de Ciencia Política

Desde hace ya más de tres años, la factura de la crisis ha generado ríos de tinta. Pero en general nos hemos referido a la crisis económica, financiera, y sus consecuencias sociales, tanto en lo relativo a sus costes en recortes al Estado social como en lo relativo a reacciones sociales,

15-M y manifestaciones en diversos países. Todo ello, sin embargo, sigue coexistiendo con el funcionamiento de las instituciones públicas de gobierno, tanto estatales como supra (Unión Europea) y subestatales (comunidades autónomas, diputaciones, gobiernos locales). Que dicho funcionamiento sea percibido como deficiente o malo por la ciudadanía, y no sólo por los movimientos de indignados, no quita que al final del día las eleccio-
nes siguen siendo determinantes. Y mucha gente sigue yendo a votar; con entusiasmos perfectamente descriptibles, pero va.
¿Qué otra factura ha generado la crisis? Desde hace año y medio, se han producido elecciones (en algún caso, sin elecciones ha habido cambio de Gobierno en sede parlamentaria) en 14 países. En diez de ellos, el resultado es que ha caído el Gobierno, y sólo en cuatro (Suecia, Estonia, Letonia y Polonia) repite. El cambio, cuando se ha producido, ha sido hacia fórmulas conservadoras, o liberales, o ambas, con la excepción de Dinamarca, donde la socialdemocracia vuelve al Gobierno. De los cuatro que repiten, dos son conservadores, uno liberal, y el cuarto, Polonia, liberal-socialdemócrata. Por cierto, muy comentado por ser la primera vez que en un país excomunista no se produce alternancia en cada elección. Se podría añadir a ello la significativa lista de derrotas de Angela Merkel en sucesivas elecciones regionales, a las que todos los analistas otorgan valor de test nacional. ¿Lecciones aprendidas? Varias, que darían para más artículos, pero una es que quien ahora vaya a perder, debería quizá tener la vista en el día de pasado mañana, más que en el de mañana. Pensar en dónde estaremos en cinco o seis años, qué hacer durante el camino, e ir reflexionando sobre el hecho de que la relación entre política y economía no consiste fatalmente en que aquella sea la gestora sistémica de los caprichos de esta.

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