Del consejo editorial

Se llama usura

Pere Vilanova
Catedrático de Ciencia Política

Ados días de la jornada electoral, la sensación de irrealidad aumenta. ¿Conocen ustedes a alguien que realmente se lea con atención la propaganda electoral recibida por correo ordinario? Es decir, en sobre y papel impreso. ¿Conocen a alguien que conozca a alguien que haya cambiado un voto indeciso por una deslumbrante revelación incluida en dicha propaganda? Más preguntas: ¿les parece que el contenido de dichos sobres describe de algún modo la realidad circundante? Y, sin embargo, se sigue mandando. Dicen los expertos que menos que en anteriores elecciones, para ahorrar, pero quien firma estas líneas la ha seguido recibiendo.
Mientras, de otra galaxia muy lejana llegan datos fidedignos de que la expulsión de Berlusconi, o la de Papandreu, en realidad era un señuelo, porque, habiendo sido sustituidos por gobiernos de santos varones (y alguna razonable mujer), la famosa prima de riesgo y los famosos mercados siguen en lo suyo. A pocas horas del 20-N el paisaje europeo era estremecedor: desde enero de 2010 han caído por vía electoral o no electoral (por ejemplo, Grecia e Italia) una docena de gobiernos, y ello no ha cambiado una tendencia de fondo que parece irse precisando. En realidad se trata de ir a por el euro y, más todavía, el proyecto político que lo encuadra, la zona euro y por extensión la UE. Las contorsiones ya no bastan para enmascarar una hipótesis cuyo calado espanta. El objetivo no es sólo debilitar el Estado del bienestar (eso siempre ha sido un objetivo de sus adversarios desde su fundación). El objetivo es remachar que da igual quién gobierne, da igual que haya o no elecciones, da igual que las campañas electorales duren dos semanas o tres días. El objetivo es demostrar que quien cometa la imprudencia de optar por la política desde las instituciones gubernamentales y estatales, no podrá hacer nada. Sólo podrá "tomar medidas que devuelvan la confianza a los mercados". ¿Cuáles? Y el problema, hablemos claro, es que nadie sabe qué quieren los mercados aparte de seguir ganando mucho dinero. Si las economías de más de media Europa están supuestamente tan en bancarrota, ¿quién y por qué sigue comprando sus bonos? Para extorsionar intereses cada vez más altos. Se llama usura. Echaremos de menos la tan denostada política.

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