Del consejo editorial

Competencia desleal en la Eurozona

Juan Francisco Martín Seco
Economista

La histórica frase de Lincoln, con la que empezó la Guerra de Secesión estadounidense ("un país no puede permanecer siendo a la vez libre y a la vez esclavo") podría reescribirse de forma más prosaica para Europa: una Unión Monetaria no puede subsistir con unos países pagando tipos de interés tres, seis o veinte veces superiores a los de otros. Paradójicamente, el euro está socavando el principio sobre el que se ha asentado exclusivamente la Unión Europea (UE): la competencia. A lo largo de todos estos años, la principal preocupación, por no decir la única, de las autoridades comunitarias ha sido la de impedir cualquier práctica restrictiva de la concurrencia. Comportamiento hasta cierto punto lógico cuando nos movemos en un mercado único que es en definitiva a lo que se reduce la UE.
El mantenimiento de divergencias tan enormes en las tasas de interés cuando se tiene la misma moneda distorsiona la competencia y el libre juego del mercado. Es preciso resaltar lo de "la misma moneda", porque es ahí precisamente donde radica el problema. Se comienza a decir que antes de la constitución de la Eurozona la disparidad en las primas de riesgo era similar, con lo que parece exculparse al euro de toda responsabilidad. Sin embargo, distintas tasas de inflación y de tipos de interés son perfectamente asumibles cuando se funciona con divisas diferentes ya que la variación en los tipos de cambio puede compensarlas, pero la situación se hace insostenible cuando esas discrepancias se producen dentro de la misma área monetaria. A medio plazo, los bancos y las empresas de los países castigados no podrán subsistir. El hecho es tan evidente que la Autoridad Bancaria Europea ha propuesto que se conceda a las entidades financieras "euroavales", es decir, garantías sindicadas por todos los estados de la Eurozona. La propuesta no deja de ser paradójica cuando ese mismo mecanismo se niega a las deudas soberanas y se rechazan los eurobonos. El Banco Central Europeo está faltando a su deber de mantener uniforme el tipo de interés y Alemania está imponiendo a los otros países una competencia desleal, pero en ese afán corre el peligro de matar a la gallina de los huevos de oro.

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