Del consejo editorial

La España que recibe Rajoy

Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencias Políticas

La segunda legislatura de Zapatero ha estado marcada por una imagen muy negativa fabricada a coro desde una oposición intransigente y una batería de medios que, amparados en la impactante cantidad de cinco millones de parados, han sido hegemónicos en la opinión pública. Tanto que el PSOE ha perdido cuatro millones y medio de votos.
Como todo discurso de éxito, el que condena al Gobierno del PSOE es muy simple: España está en una situación crítica y el culpable del desastre es Rodríguez Zapatero. El resto, por descontado, también lo ha hecho mal: ha crispado, dividido a los españoles, negociado con terroristas y puesto en peligro la unidad de la patria.

Todo eso es opinable, pero hay dos hechos que no pueden ocultarse: primero, ETA ha sido derrotada y el terrorismo etarra se ha acabado; segundo, España no ha sido intervenida como lo han sido Grecia, Irlanda y Portugal. Es más, está mejor que Italia.

Rajoy comprueba ahora que el culpable no era Zapatero sino la crisis internacional que afecta a todos. Se dispone a hacer recortes para los que va pidiendo respaldo internacional, los que ya están haciendo Cospedal, Mas, Aguirre, Fabra, Valcárcel o Feijóo. Y nada tampoco que no estén haciendo –y en mucha mayor medida– los países intervenidos, así como Italia, Reino Unido o Francia.

El presidente in péctore ya dice que no tiene la varita mágica que decía tener. Hasta es posible que siga aumentando el número de parados. Aquí Rajoy verá que recibe una España muy distinta de la que él mismo dibujaba porque es seguro que casi nadie lo acusará de ser el causante personal de una crisis que lo supera por completo. Tanto que, si se empeña en estar en primera línea de la nueva Unión Europea que propugnan Merkel y Sarkozy, tendrá que dejar la política fiscal en manos de Bruselas, lo que reducirá aún más su margen de acción.

Rajoy recibe asimismo una España más avanzada socialmente, más libre y con más derechos civiles, gracias a la primera legislatura de Zapatero. No dos, tres hechos incontrovertibles: una España socialmente más avanzada, sin terrorismo etarra y no intervenida. No es un mal comienzo. Porque, pese a todo, es un buen final del Gobierno que se va.

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