Del consejo editorial

Ordenadores para ser cultos

 

 MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC

Hace años había la costumbre de regalar a los niños (y niñas), por la primera comunión, una pluma estilográfica. Era como un reconocimiento social de que la criatura se iniciaba en el mundo de la cultura formal: ya sabía leer y escribir y, a partir de aquel momento, se esperaba que ejerciera juiciosa y prolijamente unas capacidades que le abrirían las puertas del saber universal. Creo que, años después, las costumbres fueron evolucionando y a los niños se les empezó a regalar una cámara de fotos, luego una consola y seguramente, en la actualidad, un teléfono móvil que, de paso, ya incluye la cámara, el videojuego y el teclado para escribir en lenguaje SMS.

Un ordenador es otra cosa. A pesar de las apariencias, tiene más que ver con un cuaderno, un libro y una estilográfica que con un teléfono móvil. Desde luego también sirve para jugar y para divertirse. Además, conectado a Internet es un potentísimo vehículo de comunicación interpersonal. Pero sobre todo es un instrumento de propósito general para almacenamiento, recuperación y procesamiento de información; es decir, con las adecuadas matizaciones, para el acceso al conocimiento. El problema con los ordenadores es que han entrado en la cultura formal hace mucho menos tiempo que las plumas estilográficas o los libros; además, son bastante más caros y muchos padres no los han usado nunca, así que no se les ocurre regalárselos a sus hijos.
Sin embargo, el manejo y la posesión de un ordenador conectado a la Red son, en la actualidad, condición ineludible para la inserción de los jóvenes en la cultura de nuestro tiempo. Así que la sociedad debería poner todos los medios para garantizar que las desigualdades socioeconómicas no impidan la igualdad de oportunidades de

acceso a una herramienta básica de la cultura y el saber.
Supongo que esto es lo que ha querido hacer el presidente del Gobierno cuando ha anunciado que se propone adoptar medidas para que todos los niños tengan un ordenador conectado a Internet a partir de los 10 u 11 años. Me parece perfecto. No porque crea que eso va a ser la panacea de nuestro sistema educativo, sino por algo más elemental: va a permitir que todos los niños tengan iguales condiciones de acceso a la cultura característica de la sociedad de la información en la que nos movemos.

Que disponer de ordenador y de acceso a Internet no es garantía de una buena educación en la escuela es algo tan evidente que no merece la pena destacarlo. Lo mismo que no basta con tener lápiz y cuaderno para hacer bien los deberes. Pero de lo que tenemos que hablar es del problema inverso: ¿cómo debe ser en la actualidad el escritorio de un niño de 11 años para que pueda hacer bien sus deberes escolares? Y la respuesta es que debe tener un ordenador conectado a Internet. Al menos eso es lo que ocurre en la inmensa mayoría de los hogares de clases profesionales y elevado nivel de estudios de los padres. El objetivo es que pueda ser así en todas las escuelas y en todos los hogares.
Conseguido esto, todo el sistema educativo deberá movilizarse para aprovechar las potencialidades que encierran estas máquinas de la cultura y el saber en manos de nuestros niños.

Miguel Ángel Quintanilla Fisac es  catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia.

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