Del consejo editorial

Nada que celebrar

Francisco Balaguer
Catedrático de Derecho Constitucional

La absolución de Francisco Camps en relación con el delito de cohecho impropio podría ser una buena noticia para él mismo y para su partido. También podría serlo para el Estado de derecho, porque una declaración de inocencia que se corresponda con la realidad de los hechos debería ser –más allá de las diferencias políticas o de la valoración que se pueda hacer de las acciones que han dado lugar al proceso– una satisfacción para todo el mundo.

La sentencia absolutoria, sin embargo, además de no ser firme, no parece que pueda ser objeto de celebración especial por nadie. Dos de las personas que estaban imputadas en el proceso reconocieron ya su culpabilidad, así que no tienen nada que celebrar: han sido condenados por los mismos hechos que ahora permiten absolver a los otros dos acusados, uno de los cuales –por cierto– había dado ya todos los pasos para reconocer su culpabilidad a falta de la firma final que no se produjo.

El partido de Camps tampoco tendrá mucho que celebrar, porque su absolución le genera nuevos problemas. La responsabilidad política de Camps no tiene que ver sólo con la valoración de los hechos que se le atribuyen en cuanto punibles, sino también con la relajación moral que su comportamiento generó en una comunidad autónoma que está actualmente en bancarrota. Las conversaciones telefónicas entre los implicados en la trama y las que tuvieron lugar con Camps y con su entorno personal son lo suficientemente expresivas de un modo de hacer política que hoy resulta inaceptable para el propio Partido Popular, a tenor de las declaraciones de austeridad de sus dirigentes y de sus pretensiones de penalizar las desviaciones de los ajustes presupuestarios. Por esos y otros motivos, Camps tampoco tendrá mucho que celebrar.

¿Y quienes creíamos en el Estado de derecho, en la verdad y en la Justicia? ¿Qué podemos celebrar de este veredicto? ¿Qué podemos celebrar de la derrota de la razón que supone este resultado, conjugado con el enjuiciamiento simultáneo del juez que se atrevió a destapar el escándalo Gürtel? Absolutamente nada. Cuando la verdad y la justicia siguen caminos diferentes, nadie tiene nada que celebrar.

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