Del consejo editorial

El Ave Fénix de la izquierda

Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencias Políticas

Ningún sondeo, ninguna encuesta daba un ardite por el PSOE en las elecciones andaluzas. Todos los vaticinios apuntaban a la "histórica" mayoría absoluta de la derecha. Que España se teñía por entero de azul se daba por descontado. Pero no fue así. El PSOE acusó el desgaste de los treinta años de gobierno ininterrumpido y la mala imagen de los EREs fraudulentos, pero resistió muy bien el ascenso del PP y, al final, quedó a un punto porcentual del adversario cuyo dirigente, Arenas, quizá comprenda ahora que la inveterada negativa de la derecha española a debatir abiertamente en televisión causa más daño que provecho. A su vez, IU duplicó el número de sus diputados en un enésimo relanzamiento  gracias en buena medida a ese fondo de voto de izquierda trashumante entre la más radical y la más moderada.

La izquierda renace en Andalucía como el Ave Fénix después del invierno del PP en todo el país. Y lo hace porque, aunque todas las derechas del mundo afirman como disco rayado que "ya no hay diferencias entre la izquierda y la derecha", ninguna sociedad humana civilizada puede estar sin una izquierda de gobierno o con posibilidades de gobernar. La izquierda alberga lo mejor de la capacidad crítica del ser humano, su inconformismo, su voluntad de cambio, regeneración y progreso, la oposición obstinada a la resignación, el fatalismo y la involución que representa la derecha. Hubiera sido trágico que en el año del 200 aniversario de las Cortes de Cádiz, los "serviles" de antaño y hogaño hubieran conquistado Andalucía.

Pero el Ave Fénix no solamente resucita sino que, además, tiene que emprender el vuelo. A partir del domingo pasado, Andalucía es el faro que ilumina al resto de la izquierda en España y, mientras en Europa siga mandando la reacción, también fuera de ella. Y eso debiera notarse de inmediato. ¿Cómo? Con dos medidas urgentes que la ciudadanía progresista del país está esperando. La primera, el anuncio conjunto de conversaciones del PSOE e IU para formar un gobierno que obligue al PSOE a abandonar sus proclividades neoliberales y a echarse más a la izquierda como le pide su propio electorado, y que fuerce a IU a abandonar su maximalismo y fajarse en un gobierno reformista radical. Trabajo no va a faltar a ambos porque, además de ser el contrapeso a la política de desmantelamiento del Estado del bienestar y ataque a los derechos de los trabajadores del PP, tendrá que regenerar la vida pública andaluza, corrompida por prácticas clientelistas que se han ido depositando con los años. Los electores no entenderían que el gobierno andaluz de izquierda no fuera adalid en transparencia, diálogo, interacción y participación ciudadanas, política 2.0, en fin, lo contrario de lo que hace la derecha, si bien no de lo que predica.

La segunda medida urgente es una extrapolación de los resultados de Andalucía a Extremadura. No sería de recibo que la misma mayoría que permite gobernar en Andalucía a favor de una salida de izquierda a la crisis, malviva en una situación de oposición e, incluso, ambigua y vergonzosa cooperación con la derecha en Extremadura. Una moción de censura en esta comunidad debe hacer que su gobierno refleje la mayoría de izquierda que hay en la sociedad. Recuérdese, pues muchas veces se olvida interesadamente, que fueron los votantes extremeños quienes dieron tres diputados a IU, no sus militantes y que nadie consultó a esos votantes a la hora de permitir un gobierno de la derecha.

José Antonio Griñán merece párrafo aparte por haber tenido el acierto de celebrar las elecciones cuando tocaba y no precipitarse, como hizo Zapatero en su día, en una decisión errónea que hubiera extendido la reconquista "nacional" (en el peor sentido del término) también a Andalucía.

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