Del consejo editorial

ETA, fiel a sí misma

Ramón Cotarelo

El comunicado de ETA el sábado y las bombas de Mallorca el domingo son piezas de una estrategia de la banda que en lo sustancial no ha variado desde el inicio de la Transición. Originariamente trataba de provocar una involución política, una caída de la democracia y una nueva dictadura militar que diera justificación a su existencia. No habiéndolo conseguido, lo que pretende ahora de un Gobierno democrático es una nueva ronda de negociaciones. Asegura que no pretende imponer nada, sino facilitar una salida razonable en la que todos los proyectos sean materializables. Esta precisión, que parece de Perogrullo, en el fondo quiere decir que sean materializables incluso aunque no gocen de apoyo mayoritario o sea, que se
impongan...

Ahora bien, después de tres mesas de negociaciones –con González, Aznar y Zapatero– siempre volcadas por decisión unilateral de ETA, es poco problable que ningún otro Gobierno de España vuelva a proponer negociación alguna. Eso lo sabe ETA igualmente, pero confía en que, si no se realiza su estrategia manifiesta (golpe de Estado, negociación), se dé la latente. Esta consiste en que cunda el cansancio, el aburrimiento y la apatía en la población española de forma que una mayoría de esta se pronuncie a favor de la independencia de Vas-conia o algo así.

Sería el pueblo el que obligaría a un poder político remiso a ceder. Todos los que dicen hoy que hay que negociar, que jamás se vencerá a ETA policial y judicialmente, están asumiendo las razones de la banda, algunas de las cuales son, a mi juicio, inasumibles. Por ejemplo, esa tan frecuente de culpar de las posibles víctimas de la actividad terrorista a los poderes públicos por no hacer nada por evitarlas (esto es, negociar) e incluso a las mismas víctimas, en la medida en que son estas quienes han elegido a aquellas personas públicas.

Pero es que, por último, al margen de las cuestiones formales, hay un obstáculo a la negociación que es insalvable por cuanto no hay nada que negociar. Esto es, no hay nada que negociar fuera del Parlamento; dentro del Parlamento, todo. Siendo esto así, la única negociación posible es sobre cómo y cuándo dejan los terroristas las armas. Esta decisión no es muy prometedora y quizá traiga más sufrimiento, como dice la propia ETA, pero España ha pasado por momentos mucho peores en esto del terrorismo, con más de cien muertos al año.

El ritmo actual de los atentados y la correspondiente campaña de verano, aparte de mostrar que el terrorismo abertzale tiene algo que ver con el islámico en ese odio al turismo que los caracteriza, deja en evidencia que ETA está más débil que nunca. El cerco policial y judicial surte efecto. Quizá no se consiga acabar con la banda de inmediato pero su final será un hecho.

Entre tanto sigue actuando a su peculiar manera. Juega con fuego aunque no quiere hacer mucha sangre pues trata de conservar la lealtad de los suyos. A fuer de terrorista, a ETA le vendría bien una carnicería, pero si hay una desgracia en algún establecimiento turístico, el aislamiento social de ETA y sus epígonos será ya completo.

Catedrático de Ciencia Política

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