Del consejo editorial

La inmigración hacia fuera

Antonio Izquierdo

Deshacer los malos entendidos en la lectura de las estadísticas es uno de los cometidos de las ciencias sociales. En un editorial anterior titulado "La inmigración hacia dentro", se comentó cierta evidencia empírica que certificaba el creciente arraigo de los inmigrantes en España. Pero, de pasada, se ofreció el dato según el cual el 44% de los extranjeros que entraron en España en 2008, llegaron sin disponer de un trabajo previo. A partir de esta cifra, se podría concluir de forma precipitada que el 56% restante vino con un contrato de trabajo bajo el brazo. No es así porque eso reduciría los flujos a uno solo, a saber, el laboral. Reflexionemos hoy sobre "la inmigración hacia fuera", es decir, acerca de los motivos para venir a España. Dibujemos una panorámica de la Unión Europea, antes de la ampliación, para hacernos una composición de lugar. En la descripción aparecen tres escenarios de modo que en la Europa del Norte destacan los flujos protagonizados por las personas que piden asilo, mientras que en la Europa del Sur predominan los movimientos de raíz laboral. Finalmente, en el núcleo central, de recia tradición migratoria, las corrientes que sobresalen son las de reagrupación familiar. Lo que importa señalar es que estas tres categorías se han visto siempre acompañadas y en ocasiones sobrepasadas por la llegada de personas con otras motivaciones.

El peso de los flujos ha variado según las circunstancias, y a la pluralidad de razones se añade una significativa diversidad en la composición por edad, género, cualificación y proyecto migratorio. La Encuesta Comunitaria de Fuerza de Trabajo, incluida en la Encuesta de Población Activa, estuvo dedicada en 2008 a investigar la situación de los inmigrantes y de sus hijos en el mercado de trabajo. Una de las preguntas indagó los motivos de la entrada con el siguiente resultado: el 44% de los llegados que vino para trabajar no tenían empleo previo; el 10% entró con un trabajo acordado antes de venir, mientras que una cuarta parte vino para reagruparse con la familia y un 5% para casarse. Por fin, un 16% vino por otros motivos. Se producen diferencias en la proporción que alcanzan unos motivos u otros según el sexo y la nacionalidad.

La experiencia de países con mayor tradición inmigratoria muestra que, en la crisis de empleo, no menguan todos los flujos por un igual. De hecho el familiar lo ha hecho en una medida menor que el laboral. Los datos que hoy comentamos abonan esta idea y la evolución de los visados de residencia apunta en la misma dirección. Para regular los flujos de una manera justa y eficaz es necesario disponer de buena información sobre el volumen, la pluralidad y el cambio de motivos de los inmigrantes para venir a España. Nos equivocaremos si pensamos únicamente en trabajadores como mano de obra reversible y temporal. Hemos comprobado que, en el inicio de la crisis, llegan menos trabajadores, pero también vienen menores, estudiantes e investigadores, refugiados y familiares. Estos datos nos ayudan también a comprender lo complejas que son las dinámicas migratorias.

Catedrático de Sociología

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