Del consejo editorial

La bici en la ciudad

Carme Miralles-Guash

Utilizar la bici tiene distintas perspectivas. Para algunos es un medio de transporte, para otros es un deporte, e incluso algunos lo reivindican ideologicamente, como el antropólogo Marc Augé en su libro Elogio de la bicicleta. Sin embargo, lo que si es cierto es que es un nuevo medio de transporte en la ciudad, o al menos en algunas ciudades. En España más de 50 ciudades (Leganés, en Madrid, Pamplona, Burgos, Sevilla, Ponferrada, Cartagena, León, Vitoria, Bilbao, Logroño, Murcia, etc.) están organizando o ya tienen el sistema de bicicletas públicas semejantes al de Barcelona, Lyon y París.
Desde los años 40, antes del boom del automóvil, la bicicleta no era partícipe de nuestro paisaje urbano. Entonces era un transporte relegado a las clases trabajadoras que no podían acceder a otro. Era un medio sin glamour, sin la aureola de la sostenibilidat y sin ningún reconocimiento por parte de las administraciones públicas, preocupadas sólo por implantar el coche en las ciudades. Fue fácil quitárnoslas de en medio y relegarlas a los paisajes urbanos que dibujaban otras ciudades, como las de los países nórdicos u otros regimenes políticos, como las ciudades chinas.

Sin embargo, desde hace unos años, a la bicicleta se le están reconociendo todas sus bondades: es un medio de transporte que no contamina, que no utiliza energía fósil, silencioso y que permite una velocidad suficiente (unos 15 km/h) y óptima para los recorridos en medios urbanos. Además permite al usuario la misma libertad de movimiento que si fuera andando o en coche, pero más rápido que el primero y con menos externalidades negativas que el segundo. Asimismo, montados en una bicicleta percibimos la ciudad desde otra perspectiva. Es un paisaje urbano continuo, ya que la velocidad en la que se circula permite observarlo con todo detalle a la vez que te sientes partícipe de él. No obstante, introducir un nuevo medio de transporte en nuestros abigarrados espacios públicos no es fácil. La bicicleta necesita su lugar en la calle para que se sienta segura respecto a los transportes mecánicos y para que no compita con el peatón. Para ello se crearon los carriles bici que, con más o menos fortuna, se están diseñando en nuestras ciudades. Unos carriles que permitan utilizar la bicicleta como transporte cotidiano para ir al trabajo, de compras o al cine, y no sólo, como se hizo en algunas ciudades antaño, como medio de transporte de ocio para desplazarse en las periferias o en los espacios verdes de la ciudad.

Y a ello ha contribuido la gestión pública de las bicicletas. El usuario paga sólo su uso y comparte el artefacto con otros usuarios. Además, el sistema es lo suficiente flexible para que los recorridos puedan ser lo más cómodos y lo más adecuados a las necesidades de los ciudadanos. El sistema de parking –donde se puede dejar o coger una bici– es muy extenso y está localizado en las estaciones de metro o tren, con lo que es intermodal entre distintos medios de transporte públicos.
Este renovado medio de transporte y su gestión pública es una de los grandes cambios recientes de nuestras ciudades.

Profesora de Geografía Urbana 

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