Del consejo editorial

Movilidad sostenible

Carme Miralles-Guasch

Cada año, en la segunda quincena de septiembre, los municipios europeos dedican una semana a la movilidad sostenible. La Semana Europea de la Movilidad ha puesto el acento esta vez en "la mejora del clima de tu ciudad", con la idea de que incida en el ambiente de las ciudades, en mejorar los índices de bienestar y también con el propósito de que la ciudadanía relacione la movilidad con el cambio climático. De hecho, los desplazamientos en medios de transporte privados que circulan por nuestras ciudades son los responsables de un 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero culpables de los cambios climáticos que esta sufriendo el planeta. Son unas emisiones mucho más difíciles de controlar y de amortiguar que las producidas por la industria, ya que tienen un origen mucho más disperso y atañen a la vida cotidiana de los ciudadanos. Las acciones y buenas prácticas llevadas a cabo durante esta semana por los 2.000 municipios participantes en Europa –de los que unos 300 son españoles–, donde viven unos 180 millones de ciudadanos, pretenden influenciar en los hábitos de la movilidad cotidiana, disminuyendo la utilización del coche privado y aumentando otros medios de transporte que contribuyan a reducir las emisiones, como el uso de la bicicleta y los transportes públicos, especialmente los ferroviarios.

Para ello, uno de los actos que se han intentado realizar en casi todas las ciudades es Un día sin mi coche, con el fin de que descubramos otras estrategias de desplazamiento para ir a nuestros lugares de trabajo, de estudio, de compras o de ocio. Esta iniciativa, que se empezó a implantar a finales de los años noventa y que parece acertada en la medida en que intenta que seamos conscientes de que el cambio climático es un problema que nos atañe a todos y que también son nuestras practicas cotidianas las que contribuyen a ello, tropieza con unas ciudades, especialmente sus periferias, que se han diseñado para todo lo contrario, y aunque los ciudadanos quieran ir en bicicleta o andando, o utilizar los medios de transporte público de forma más habitual. Sus voluntades de cambio se frustran cuando las distancias entre los lugares donde realizan sus distintas actividades están demasiado lejos unos de los otros, no son seguras para ir andando o en bicicleta o simplemente no hay transporte público porque las densidades urbanas son demasiado bajas y este no es funcionalmente aceptable. El diseño actual de las ciudades tiene que adaptarse a estos nuevos retos que el cambio climático impone a la movilidad. Porque no se trata de dejar de desplazarse, de no participar en todo aquello que la ciudad nos ofrece.

Se trata de diseñar unas ciudades que nos permitan nuestro trasiego diario en otros medios que no sean el coche privado con un solo ocupante. Se trata de no tener que ir a comprar el pan en coche, para que nos entendamos. Y también se trata de que los ciudadanos tomemos conciencia de ello. Una Semana de la Movilidad Sostenible será más provechosa cuando el diseño de las ciudades nos permita ampliarla al resto de semanas del año.

Profesora de Geografía Urbana

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