Del consejo editorial

Roces de asentamiento

ANTONIO IZQUIERDO

Catedrático de Sociología

Estamos asistiendo a roces producidos por el rápido asentamiento de la población inmigrante, pero no a enfrentamientos xenófobos ni a choques de integración. El telón material es la competencia por los recursos escasos, y la falta de oxígeno en la crisis está generando actitudes de saturación. Para que sean choques de integración hace falta que los inmigrantes reivindiquen la igualdad y organicen su densidad social; y para calificarlos de conflictos xenófobos sería menester que el motivo principal no fuera el empleo, las plazas escolares o la inseguridad urbana, sino la imposición de la identidad nacional. Analicemos actitudes y conductas.
Empecemos por la encuesta del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) que se realizó en septiembre de 2008 y cuyos resultados se acaban de hacer públicos. En este estudio se registra un aumento en las actitudes de rechazo hacia los inmigrantes respecto del sondeo levantado el año anterior. La investigación refleja que el malestar de saturación tiene dos fundamentos: la reacción ante las consecuencias de la crisis y frente al asentamiento de los inmigrantes.

El análisis de OBERAXE clasifica a los españoles en tres tipos según cuáles sean sus actitudes respecto de los inmigrantes. El 37% es reacio, un tercio se muestra tolerante y el 30% restante aparece ambivalente. El cambio más significativo es que los tolerantes han aumentado un 4% respecto del año anterior. El grupo que mengua ha sido el de los ambivalentes y, aunque los reacios siguen siendo los más numerosos, lo cierto es que conservan su peso. De modo que, en el primer año de crisis, se fueron decantando las posiciones a favor de los tolerantes.
Hace tres años el tipo ambivalente era muy mayoritario (46%), mientras que los reacios no llegaban al tercio y los tolerantes representaban menos de la cuarta parte. Así que, entre noviembre de 2005 –después de la regularización masiva– y septiembre de 2008 –en pleno golpeo del desempleo sobre los españoles–, la ambivalencia ha disminuido sustancialmente al tiempo que aumentaban seis puntos los reacios y 11 los tolerantes. Estos datos traducen, mas allá de la incomodidad que puedan producir las etiquetas, que el asentamiento de los inmigrantes ha sido mas tolerado que repudiado.
Así que roces y actitudes traslucen las consecuencias de la crisis y dan fe de cómo se percibe el proceso de instalación. Porque, a la par que crecían los dos tipos polares de actitudes respecto de los nuevos habitantes, aumentaban los niños en las escuelas, los permisos de residencia permanente, los matrimonios mixtos y los nacidos de madre extranjera. En una frase, las ideas se han ido aclarando conforme ha aumentado la convivencia. El roce exterioriza que los inmigrantes comparten derechos y tienen las mismas necesidades.
De unos meses a esta parte también asistimos a comportamientos de rechazo que tienen lugar en varias localidades. Estos sucesos saltan precisamente allí donde el asentamiento está más avanzado y la crisis muerde con fuerza. Los roces son también señal de integración.

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