Del consejo editorial

Desarme, pero menos

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

Para ser el principal tratado de desarme nuclear en 20 años entre los dos viejos enemigos de la Guerra Fría, el pacto sellado en Praga por Barack Obama y Dimitri Medvédev sabe a poco, apenas a un guiño en la buena dirección. Queda demasiado lejos de un avance sustancial hacia ese mundo libre de la amenaza atómica por el que el presidente norteamericano se comprometió a luchar hace un año, en uno de aquellos discursos que alentaban esperanzas, hoy diluidas, de que cambiaría el curso de la historia. Así no se va a ganar el Nobel de la Paz que le regalaron.

El pacto –primer logro tangible de Obama en política exterior– prevé reducir un 30%, hasta 1.550, las cabezas estratégicas desplegadas por cada país, y a 700 los vectores que las transportan, pero no obliga a destruir armas, olvida 16.000 almacenadas y tácticas (de corto alcance) e ignora que el límite anterior se había reducido ya en la práctica.
No será fácil, así y todo, la ratificación rápida en el Senado por mayoría de dos tercios, con los republicanos clamando venganza tras su derrota en la reforma sanitaria. La Cámara rechazó ya, en 1999, el tratado de prohibición de pruebas nucleares. Además, Moscú se reserva la opción de incumplir el pacto si estima que el despliegue norteamericano de un escudo antimisiles amenaza sus intereses, y muestra su recelo por el proyecto del Pentágono de una nueva generación de cohetes con carga convencional capaces de alcanzar en una hora cualquier punto del planeta.
Obama ha presentado las bases de su estrategia nuclear en vísperas de la cita en Washington de más de 40 jefes de Estado o de Gobierno sobre seguridad atómica previa a la revisión quinquenal (mayo, sede de la ONU en Nueva York) del Tratado de No Proliferación (TNP). La señal ha sido ambigua: el recurso al arma atómica se excluye para responder a ataques químicos, biológicos o cibernéticos de países que no tengan la bomba, hayan suscrito el TNP y lo respeten. No se renuncia a la política del ataque preventivo, pero se reserva para "circunstancias extremas", que hoy sólo se vislumbran en Corea del Norte y sobre todo Irán, a quien Rusia se muestra ya dispuesta a sancionar, aunque con reservas.
Pese a los riesgos de proliferación nuclear y bomba terrorista, no se ve por ningún lado esa terrible amenaza que justifique que se mantengan arsenales capaces de destruir varias veces la Tierra y dejársela como herencia a las ratas.

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