Del consejo editorial

Los BRIC piden paso

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

Los BRIC no son una organización. Ni un grupo. No se parecen a la UE, el G-8, el G-20, la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), el Tratado de Libre Comercio (TLC) o la OTAN. Pero son, por derecho propio, símbolo de la transición hacia un mundo multipolar que amenaza la hegemonía estadounidense. Cuando un economista de Goldman Sachs se inventó hace ocho años esas siglas para referirse a los países emergentes más pujantes (Brasil, Rusia, India y China), no cabía imaginar que celebrarían en 2010 una cumbre, como la del 15 de abril en Brasilia, en la que pedirían con una sola voz la reforma del FMI y que Naciones Unidas abra las puertas de su Consejo de Seguridad a India y Brasil.

A día de hoy, es más lo que les divide que lo que les une. Dos son miembros fijos del órgano ejecutivo de la ONU (China y Rusia); tres son estados nucleares (los citados e India); dos, democracias (India y Brasil); otro, una dictadura (China), y el cuarto (Rusia) se sitúa en algún lugar entre ambos modelos. Hay abismales diferencias de renta per capita: de 3.000 dólares en India a 15.000 en Rusia. Son rivales tanto o más que aliados: hay una desconfianza histórica de China con Rusia e India, y una rivalidad reciente entre Brasil y China por mercados e influencia en África y América Latina.

Les une su peso conjunto: más del 40% de la población mundial, 15% del PIB, 40% de las reservas de divisas y 45% del crecimiento del planeta desde el estallido de la crisis. La última proyección de Goldman Sachs es que las cuatro economías superarán a las del G-7 en 2032, y que China adelantará en 2027 a EEUU y casi le doblará en 2050. India, Brasil y Rusia coparán los otros puestos del top 5.

Para hacer valer su fuerza, los BRIC deberían ir más allá de sus ambiciones individuales, institucionalizarse como grupo y superar agendas dobles, sobre todo con EEUU, con quien China coquetea en torno a la inquietante idea de un excluyente G-2. Lo deseable sería que, como afirmó en la cumbre el canciller brasileño, Celso Amorim, los BRIC contribuyan a cambiar el planeta. No para convertirse en una nueva "aristocracia de poder" que sustituya a la del G-8, sino "para dar una nueva voz a los pobres en un mundo más justo y equilibrado". Hermosas palabras que no ocultan signos preocupantes, como que el avance de los BRIC alumbra en ocasiones un nuevo imperialismo, distinto, pero no necesariamente menos nocivo que el actual para los débiles.

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