Del consejo editorial

El ahorro del miedo

JOSÉ MANUEL NAREDO

Economista y estadístico

El espectacular repunte del ahorro de los hogares es uno de los datos más llamativos que ofrecen las Cuentas Financieras de 2009 que acaba de sacar el Banco de España. Este dato pulveriza las enseñanzas de los manuales, que acostumbran a asociar el aumento del ahorro al de la renta, y denota el escaso efecto que han tenido los empeños de animar el consumo de los hogares "para salir de la crisis". Para comprender lo que ocurre hay que darse cuenta de que la economía española había desplazado su centro de gravedad desde esa economía de la producción y del consumo que enseñan los manuales, hacia una economía de la adquisición de riqueza mediante prácticas especulativas. No fue la insuficiencia de la demanda lo que deprimió la coyuntura económica, sino el pinchazo de una enorme burbuja inmobiliaria.

La perspectiva de revalorización de los inmuebles que venía impulsando a los hogares a endeudarse para invertir "en ladrillo" motivó comportamientos insostenibles que ahora se han venido abajo. Por una parte la revalorización inmobiliaria, unida a la trepidante actividad constructiva, animó con plusvalías e ingresos el consumo y el endeudamiento de los hogares hasta extremos antes desconocidos. Por otra, la inversión "en ladrillo" absorbió el ahorro financiero de los hogares y forzó su endeudamiento mudando en necesidad su tradicional capacidad de financiación, al hacer que, en los años que van de 2003 a 2007, los hogares por primera vez solicitaran más financiación de la que aportaban al sistema económico. Pero la caída de los precios inmobiliarios y de la actividad económica, ocasionó minusvalías y recortes en los ingresos que forzaron a los hogares a adoptar una actitud defensiva. Con una tasa de paro que se aproxima al 20 %, con menores ingresos salariales, con medidas que amenazan con recortar derechos y subir impuestos, los hogares optaron cuerdamente por prepararse para un futuro difícil (elevando su tasa de ahorro a niveles desconocidos en los últimos decenios) a la vez que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, al recortar drásticamente la fracción de ese ahorro invertida "en ladrillo", aumentó su ahorro financiero hasta cotas sin precedentes. Así, la recuperación de su capacidad de financiación no es fruto de la opulencia, sino de la crisis, que invita más a la frugalidad que al despilfarro, pese al empeño contrario de políticas llamadas "anticíclicas".

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