Del consejo editorial

La alternativa inexistente

RAMÓN COTARELO

Catedrático de Ciencias Políticas

Sólo una carencia de cultura política democrática puede llevar al líder de la oposición a coronar una entrevista de estado con el presidente del Gobierno, en la que se trató de acordar políticas comunes en interés general, postulándose como alternativa al cargo con el que se acaba de pactar algo, por enteco que sea. La falta de estilo nunca será una alternativa. Y sólo una ausencia de sentido de la lógica puede explicar que la oferta de alternativa se mantenga contra toda evidencia.
Porque, ¿en qué reside la anunciada alternativa? ¿En la persona, en el partido o en las políticas?

En la persona no puede ser, porque, sobre haber perdido dos elecciones y ser el político sistemáticamente peor valorado por los ciudadanos, está claro que Mariano Rajoy no es la última autoridad en su partido ni es capaz de tomar medidas contundentes cuando las circunstancias obligan.
Tampoco en el partido, que vive de sobresalto en sobresalto, al albur de una serie de procesos penales por corrupción que involucran a un puñado de dirigentes, con ramificaciones de alcance todavía indeterminado y que amenazan con convertirse en el más profundo y escandaloso caso de financiación ilegal y corrupción de la democracia. No es realista pensar que pueda ser alternativa de nada un partido en el que algunos de cuyos cargos más importantes tienen un horizonte penal cuando menos borrascoso.
Tampoco las políticas de las que se vanaglorian el dirigente y su partido porque, o son desconocidas, esto es, responden a un programa oculto que no puede hacerse público por miedo a una reacción adversa de la opinión (cosa que ya le sucedió al partido en 1993 y perdió las elecciones) o, en la medida en que son conocidas, por un lado responden al mismo esquema de desregulación, privatización, privilegios fiscales para las rentas altas que ha traído esta crisis catastrófica de alcance mundial y por el otro se encaminan a desmantelar lo que resta del Estado del bienestar.
Por último, no se constituye una alternativa por un acto de voluntad, sino demostrando que lo existente es perjudicial y lo que se propone, beneficioso. Pero demostrar no consiste en repetir machaconamente la consigna y conseguir que los coros mediáticos la reproduzcan sin parar, sino en poner de manifiesto los errores y propugnar las soluciones. Y de eso, en el discurso del dirigente de la oposición mayoritaria, no hay nada.

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