Del consejo editorial

Sin pruebas de estrés

JORGE CALERO

Catedrático de Economía Aplicada

Mediante las "pruebas de estrés" aplicadas a las instituciones financieras se simula cómo reaccionarían estas ante situaciones especialmente desfavorables del contexto económico (impago de la deuda pública en los activos, incremento de la morosidad, incremento del precio del petróleo, etc.). ¿Alguien ha planteado llevar a cabo "pruebas de estrés" para simular el efecto de las políticas de ajuste fiscal sobre los ciudadanos? Sería esta una forma de evidenciar el efecto real, sobre las condiciones de vida, de decisiones que usualmente aparecen sólo como cifras en un presupuesto.
¿Cuánta presión adicional supone para una familia dejar de cobrar la prestación de 420 euros una vez se han acabado las prestaciones de desempleo previas? ¿Cómo empeora la calidad de vida de una persona que debe trabajar más años para alcanzar la jubilación? ¿En qué proporción reduce las probabilidades de formar una familia la eliminación de los cheques-bebé? Probablemente la respuesta sea muy diferente en cada uno de los casos, pero en estos ejemplos, como en muchos otros, se puede apreciar una "vuelta de tuerca" adicional, una dificultad añadida a las vidas de ciudadanos que, en España, ya no gozaban antes de la crisis de un nivel de protección homologable a nuestro nivel de desarrollo económico. Y conviene recordar, además, que los recortes en la protección social no han sido simétricos con respecto a los avances realizados durante los años de crecimiento: un largo periodo de crecimiento permitió modestas mejoras en la protección; la involución en la protección, sin embargo, ha sido rápida, justificada por amenazas perentorias de los mercados financieros globales.
Las pérdidas en la protección prestada por el sector público erosionan a la sociedad de una forma poco visible, especialmente porque la distribución de las cargas adicionales no es homogénea y se concentra especialmente en grupos de la población con poca voz, con poca capacidad para trasladar sus necesidades y preferencias, incluso electoralmente (pensemos en la población de más edad, desempleados o inmigrantes). Dar visibilidad y tener muy en cuenta estos efectos forma parte del proceso de decisión político y económico. Para un buen gobierno se necesita no sólo conocer la salud y la reacción ante el estrés de los bancos. El mismo rigor (al menos) debe aplicarse a las condiciones de vida de los ciudadanos.

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