Del consejo editorial

La II República italiana

ALFONSO EGEA DE HARO

Profesor de Ciencia Política

A mitad de los años noventa, tangentopoli y los procesos judiciales mani pulite pusieron de manifiesto la corrupción y el servilismo de la clase política italiana dominante y precipitaron el fin de la I República. La II República italiana, que surgió tras aquella depuración, se caracterizó de inmediato por el nacimiento de nuevos partidos políticos que, como Forza Italia y la Lega Nord, aprovecharon el clima de descontento hacia los partidos tradicionales. Desde entonces, las crónicas políticas sobre el país trasalpino han venido evidenciando la deriva personalista de un régimen político marcado por el ascenso al poder de Berlusconi y de un partido que actúa como un canal de comunicación más al servicio del primer ministro.
El creciente personalismo ha provocado la expulsión del PDL, principal partido de la coalición gobernante, del sector crítico encabezado por Gianfranco Fini, cofundador del mismo. Una expulsión que no lleva aparejada necesariamente la descomposición de la mayoría parlamentaria. El elemento que explica por qué la política personalista de Berlusconi ha dominado el escenario político de los últimos 20 años, a pesar de las críticas internas e internacionales, es la distinta capacidad de adaptación de los partidos de izquierda y derecha a las coaliciones de gobierno. Si desde su fundación las coaliciones de izquierda no han conseguido concluir una legislatura, los partidos de derecha han sido capaces de sobrevivir a crisis de gobierno como la actual. Y posiblemente esta sea el ejemplo más evidente.
En el caso de la izquierda, la creación incluso de un único partido, el Partido Democrático, no ha sido suficiente para atenuar las diferencias entre las diversas formaciones acerca del proyecto de Estado (relaciones Estado–Iglesia o política internacional). En el caso de la derecha, las distintas formaciones, en especial la Lega Nord, son capaces de convivir con la política personalista, en tanto se respeten las aspiraciones concretas de un electorado más pragmático. La diferencia, pues, es que en el caso de la derecha el mantenimiento de la coalición es posible mediante la suscripción de pactos o leyes con un contenido específico (el desarrollo del federalismo en el caso de la Lega Nord). Por ello, el personalismo político se acrecienta y la izquierda se muestra incapaz de combatirlo más allá de denunciar los casos hilarantes que, a veces, son recogidos por la prensa internacional.

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